Especiales 06/05/2025

El Cairo celebra los 80 años de su primera función

Recuperado en 2009 por el gobierno provincial, el cine público brindará un doble programa que conmemora su apertura el 8 de mayo de 1945, el mismo día en que se declaró el final de la Segunda Guerra. La celebración gratuita se realizará este jueves con la proyección de “Privilegio de mujer” y “Roma, ciudad abierta”.

Existen coincidencias que marcan destinos. O destinos que predeterminan esas coincidencias. Cada subjetividad permitirá una u otra lectura. O nuevas lecturas. De eso se trata, en definitiva, el cine: de lecturas, de subjetividades, de encuentros, destinos y coincidencias. De eso trata, también, la historia misma del cine El Cairo, que brindó su primera función el mismo día en que el mundo celebró el final de la Segunda Guerra: el 8 de mayo de 1945. Destino o coincidencia, en los 80 años transcurridos desde aquel hito El Cairo tuvo días de gloria, de incertidumbres y renacimientos: luego de la que se suponía sería su última función en 2007, el Gobierno provincial avanzó en la expropiación de la sala y, en 2009, El Cairo tuvo su reinauguración como cine público. Desde entonces, con una programación distinguida y una política de acercamiento a públicos diversos, la sala de Santa Fe 1120 se constituye como una de las más concurridas de la ciudad de Rosario, con un público fiel que reúne generaciones.

Refaccionado y fundado en el mismo predio en el que, en 1912, inauguró el Royal Cinematographe (luego rebautizado como Royal Palace), El Cairo abrió sus puertas el 8 de mayo de 1945 “con todo el brillo que la ocasión merecía”. Así lo distingue la versión desarrollada por el investigador Sidney Paralieu en su libro “Los cines de Rosario. Ayer y hoy” (publicado por Fundación Ross en octubre de 2000). La función de apertura incluyó a “Sucesos argentinos”, “Una noche misteriosa” con Chester Morris, “En mi góndola” (dibujos) y el estreno de “Privilegio de mujer”, obra de Charles Vidor protagonizada por Irene Dunne y Charles Boyer. A tono con aquel suceso, este jueves 8 de mayo, a ocho décadas de la apertura, la sala pública del Ministerio de Cultura volverá a poner en pantalla “Privilegio de mujer”, en una función gratuita que se anuncia a las 20.30 y que a las 22.30 continuará con otra obra clásica: “Roma, ciudad abierta”, película de Roberto Rossellini estrenada en 1945, y que cuenta con las actuaciones de Anna Magnani, Aldo Fabrizi y Marcello Pagliero.

La selección del programa va en sintonía con el perfil de programación diagramado por el equipo de El Cairo para mayo y junio, bimestre aniversario que tendrá anclaje en esos dos sucesos coincidentes: la apertura del cine más querido de Rosario y el final de la Segunda Guerra. En este sentido, el ciclo Zoom (que presenta funciones todos los jueves a las 22.30) se estructuró en torno a la conmemoración del 8 de mayo como el día del fin del fascismo. “Hoy más que nunca es necesario volver a ver esas historias que retratan sistemas totalitarios y opresivos y sus consecuencias, con ánimo de repensar un futuro para todxs”, destacan desde el programa bimestral, que en el Zoom presentará también a “Un día muy particular” de Ettore Scola, “V de Venganza” de James McTeigue, “Brazil” de Terry Gilliam, “El portero de noche” de Liliana Cavani, “Europa” de Lars von Trier y “1984” de Michael Radford.

Por su parte, el ciclo La Gratis (de los domingos a las 18) buscará homenajear a la sala con historias que ponen al cine como un personaje más. Así, en mayo la grilla tendrá títulos como “Los viajes de Sullivan” de Preston Sturges, “La rosa púrpura de El Cairo” de Woody Allen y “Bastardos sin gloria” de Quentin Tarantino. 

Miradas especializadas

La pluralidad y criterio que marcan a la programación de El Cairo como cine público derivó en la consolidación de una comunidad también amplia y diversa. Así lo reconoce Emilio Bellon, crítico especializado y docente universitario que tiene un vínculo histórico con la sala: “En una época en donde estoy viendo desaparecer todo aquello que me viene acompañando, tal vez El Cairo hoy es uno de los pocos testigos de tantas décadas vividas, pero que están presentes en nosotros. Tal vez El Cairo representa aquella luz, aquel faro, que de manera muy natural nos acompañaba día a día en aquellos años 60 y 70, cuando no solo presentaba estrenos en su cartelera, sino que sus trasnoches eran del llamado cine arte. El Cairo era ese cine que se llegó a llamar como ‘el Palacio del Cine Europeo’, con  realizaciones no sólo de origen estadounidense, sino italiano y francés, que representa páginas de mi vida y de toda una generación”.

Con sus primeros recuerdos anclados en la década del 50, cuando escapaba de las manos de su padre y su madre para pararse frente a los afiches de El Cairo (en un tiempo en que “los melodramas también irrumpían en todas las carteleras”), Bellon vivió en primera persona el cierre sistemático de los cines rosarinos. Esa amenaza de época recayó también sobre El Cairo, que en 2007 brindó la que parecía destinada a ser su última función. Sin embargo, a partir del trabajo de la agrupación de Amigos de El Cairo, del acompañamiento periodístico y, sobre todo, político, el gobierno provincial de Hermes Binner, a través del Ministerio de Innovación y Cultura que lideraba Chiqui González, concretó la expropiación y recuperación de la sala, reinaugurada en 2009 como cine público. “Me siento parte de aquel grupo, de los Amigos de El Cairo, de los que colaboramos tanto y durante tanto tiempo para que esta sala pudiera ser adquirida por la Provincia. Un proceso que todos nosotros seguimos muy de cerca, en el que la prensa acompañó y también todos los partidos políticos, sin excepción. Fue una auténtica conquista de un ideal democrático entendido en su plenitud. La reapertura fue una fiesta y a partir de ahí seguir muy de cerca la programación que nos ofrecía y nos sigue ofreciendo Ariel Vicente (coordinador general de El Cairo), con todo un grupo de colaboradores, con todo un grupo de personas de proyectoristas, entre quienes conozco particularmente Antonio Salvatore, de décadas vividas, de su hijo Dante, de los acomodadores que están presentes la atención que nos ofrecen en boletería, de todo el personal de ahí adelante”, distingue Bellon, que reconoce como una de sus debilidades ubicarse en las primeras filas de la planta alta de la sala, “un punto perfecto para poder entrar a la propia escena”. 

Lucila de los Santos tenía apenas 11 años cuando El Cairo reabrió como cine público. Recién llegada a Rosario, descubrió la sala poco después, en una visita escolar. “Fuimos a ver un festival de cortos latinoamericanos, y puede que ese día me enamoré. Quedé hipnotizada. Cuando me estaba yendo, vi un poster de una película vieja de Almodóvar, director que empezaba a explorar en ese tiempo. Me sentí comprendida en algún punto. Esa primera experiencia fue encantadora, y sabía un poco por qué, pero al mismo tiempo, no. Me agarró desprevenida”, recuerda la joven periodista, que forma parte de una nueva generación de espectadores que lograron apropiarse de El Cairo convirtiéndolo en un plan de encuentro y salidas, tal como lo reflejó en un reciente artículo para el diario La Capital de Rosario.

Para Lucila, “El Cairo no es solo un cine, sino más bien, una especie de hogar, y parte de ese elemento de ensueño que nos envuelve es, sin lugar a dudas, la cercanía con todo lo que existe a su alrededor”. “El cine nos mira con su emblemático cartel desde calle Santa Fe, es espectador de esta hermosa y complicada ciudad, y nos abraza”, amplía la periodista, que distingue además la curaduría de la programación: “En la vida, nada ocurre por arte de magia. Ariel Vicente me lo explicó hace poco cuando lo entrevisté para escribir un artículo sobre este boom. Me dijo que desde hace más de 10 años trabajan en la construcción de una audiencia más joven, así como el hecho de conservar precios simbólicos en un contexto económico difícil. ¿La razón? El Cairo pertenece al Ministerio de Cultura de la provincia de Santa Fe, y solo de esta manera es posible y accesible el consumo cinematográfico democrático”. 

Una sala para el cine santafesino

Desde su condición de sala pública, El Cairo se ha constituido también como una pantalla abierta a las producciones audiovisuales santafesinas. Un hecho no menor, considerando las enormes dificultades de producción y exhibición que afronta la industria audiovisual a nivel nacional. La importancia de permitir un espacio de proyección es destacada por la directora casildense Florencia Castagnani, que distingue: “El Cairo para mí es el cine amigo, el cine más hermoso y querido de Rosario. Es el cine donde pasaron muchas de las cosas que hice o en las que trabajé y en las que trabajaron compañerxs. Además pasa pelis que me gustan, está a cinco cuadras de mi casa y es re barato. Conclusión: tiene todo”.

Desde su condición de realizadora, Castagnani también remarca el perfil de programación de la sala: “El Cairo es un cine donde se proyectan los trabajos que hacen directores, técnicas y técnicos, productores, actores de Rosario y de toda la provincia de Sante Fe, un lugar esencial donde nuestras películas llegan y encuentran al público de la mejor manera. Eso lo convierte en una pantalla esencial, especial, un abrigo para lo que se produce acá. Pero además de la producción local, que es sólo una partecita, se puede ver una programación muy variada, la más interesante, que se aleja de los criterios mainstream que rigen los cines comerciales”.

Con trabajos realizados para Señal Santa Fe (el programa de producción audiovisual, transmedia y web del Ministerio de Cultura), Castagnani participó del registro de la recuperación edilicia de la sala, y encuentra allí sus mejores recuerdos: “Antes de la reapertura, en la época en la que todavía funcionaba como sala privada yo iba a El Cairo, pero era un cine más, no un cine especial. Recuerdo el hall, muy chiquito y angosto, y el boletero, el señor de siempre. Después, en el 2008 y 2009 recuerdo cuando lo estaban arreglando y estaba en ruinas. Me tocó ir a grabar los avances de la obra y me acuerdo que los albañiles habían puesto luces potentes, como unos faroles apoyados en el piso, colocados un poco hacia arriba y el efecto era espectacular: al trabajar y cruzarse delante de las luces, sus sombras quedaban proyectadas en la pantalla, todas las sombras de los albañiles trabajando se veían como proyectadas sobre la pantalla. Fue muy mágico”.

Para Leandro Rovere, co-director del documental “La zorra y la pampa” junto a Ignacio Sánchez Ordóñez, El Cairo “significa la posibilidad de poder exhibir una obra audiovisual propia ante el público, instancia fundamental dentro de una cadena de etapas por las que transita una película u otro formato audiovisual”. A nivel personal, el realizador rosarino expresa “mucho afecto por el cine El Cairo” y destaca las 13 funciones concretadas con el documental, que superó los dos mil espectadores. “Estuve presente en todas las funciones y este espacio, al que voy habitualmente porque proyecta el cine que me gusta, se convirtió en algo más que en una sala”, reconoce Rovere, que recuerda su primera visita a la sala de Santa Fe 1120 cuando, aún como cine comercial, proyectó “Imperio», de David Lynch. “Después, como cine público, recuerdo cuando en 2011, junto a Nacho Sánchez Ordóñez, proyectamos a sala llena ‘Bernianos’, una serie documental sobre Antonio Berni. Personalmente no sabía lo que era sentir el latir del público ante una producción propia. Fue parte de mi formación como realizador y trabajé, y luché, y seguiré luchando por volver a vivir esa sensación”. 

“Creo que El Cairo es un espacio popular y democrático -distingue Rovere–. Es un espacio de encuentro intergeneracional. Tiene un público, y eso no es habitual. Creo que la programación que ofrece es clave para haber construido una comunidad de personas que lo habitan, programando ciclos con claridad y experimentación conceptual. Creo que trabaja en la construcción de audiencias favoreciendo así la cercanía de las producciones locales con las de todo el mundo. Creo que también es importante como programa dando lugar a colectivos sociales ofreciendo la posibilidad de que la sociedad pueda expresar sus opiniones y debatir. Algo que suele ser natural en el cine. Y también en democracia”.

Desde su experiencia personal y profesional, el director concluye: “Tuve la dicha de habitar este edificio histórico y hoy para mí significa el recuerdo de preguntarle a Maru, encargada de la boletería, cuántas entradas llevábamos vendidas 5 minutos antes que empiece la función. Significa ir a charlar a la cabina con Adrián o con Tony, y que Salvatore me cuente cómo era el mundo cuando se proyectaba en 35mm. Significa festejar cuando llega un mail a la semana siguiente con un borderaux que pasa las 300 localidades vendidas. Significa sentarse desde mucho tiempo antes con Ariel y Valentina para que el plan sea perfecto. Significa ver cómo en la vereda los peatones miran la cartelera, buscando películas, o señalan los afiches de las puertas vidriadas. Significa poder compartir publicaciones con la cuenta oficial del cine en Instagram y tener muchos me gusta. Significa comprobar que el público se ríe cuando uno pensaba desde el montaje que se iba a reír, y a veces en partes de la película que uno no había pensado. Significa la felicidad de escuchar cuando una persona abre una latita en la platea alta. Significa la magia de que se mezcle en la banda sonora de tu película, el campaneo del Palacio Fuentes. Significa la adrenalina de esperar si va a haber aplauso final o no. Significa escuchar las opiniones sobre la obra de personas de todas las edades y que así se termine de cerrar el ciclo que comienza cuando una película es solo una idea. Significa compartir cartelera con los grandes maestros del cine mundial. Y vender más entradas, ganar de local. Significa abrazarme con una persona desconocida en el hall al final de una proyección y llorar juntos de emoción. Pero sobre todo significa poder invitar a amigos y desconocidos, al pueblo de Santa Fe, a ver una película de su tierra en el cine más lindo del mundo”.