La casa de la artista Josefa Díaz y Clucellas, primera pintora con firma de todo el continente americano, constituye en la actualidad un emblemático y singular testimonio de la arquitectura doméstica de la década de 1850, en la zona próxima al Puerto de la ciudad de Santa Fe. El espacio, dependiente del Ministerio de Cultura, que inició el proyecto de recuperación integral del edificio en el año 2018 en articulación con la Secretaría de Mujeres, Género y Diversidad dependiente del Ministerio de Igualdad y Desarrollo Humano, se propone albergar diversas exhibiciones y abrir convocatorias públicas de artes visuales con especial interés en las producciones y creaciones de las mujeres santafesinas. También ofrece una nutrida agenda de programaciones, que incluye presentaciones musicales y literarias, actividades formativas y culturales periódicas, que permiten revitalizar un sector céntrico de la vida urbana de la ciudad de Santa Fe.
A mediados del siglo XIX la casa, situada en la periferia de la ciudad, conformaba, junto al resto, un entorno urbano de la época en que la sociedad decidió entrar en la modernidad. La ubicación era estratégica, teniendo en cuenta el trabajo del padre de Josefa (acopiador, armador de barcos y comerciante), por su cercanía al antiguo puerto y a una de las líneas ferroviarias de mayor movimiento comercial de esos tiempos.
La construcción presenta un planteo simple en «L», de habitaciones corridas y abriendo a una galería que daba a un vasto patio con huerta poblada de árboles frutales y opulentas parras. Los sucesivos cambios de uso a través del tiempo, produjeron transformaciones importantes en su distribución interior. Sin embargo, hacia el exterior su configuración conserva los rasgos de la época, de un importante valor histórico y patrimonial.
La casa constituye un testimonio no sólo por estar vinculada a un personaje de la historia cultural santafesina, sino también por ser ejemplo de la arquitectura doméstica propia del siglo XIX y ser una de las pocas edificaciones que subsisten en un estado en el que pueden reconocerse como originales de ese siglo a pesar de las múltiples intervenciones sufridas.
Es característica la falta de ochava y la continuidad de la fachada plana de líneas horizontales, ritmada con las puertas y ventanas de proporción vertical que hablan de la función comercial prevaleciente. La azotea, hoy desaparecida, desde donde pintara Josefa, debe haber brindado un punto de vista privilegiado para la contemplación de un entorno característico de la ciudad de entonces.