(Texto: Leonardo Rotta)

El pasado viernes 14 de abril, la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe volvió a presentarse en el Centro Cultural Provincial de la capital luego de haber actuado dos semanas antes en la Ciudad de Rafaela en el marco de La Noche de las Ideas.

En esta oportunidad, presentó un concierto titulado “Amor a la tierra”, connotando los orígenes de las personas.  En principio, el concierto sería conducido por el Maestro argentino Javier Logioia Orbe como invitado, pero situaciones imponderables hicieron que sea reemplazado por el titular de la orquesta, el Maestro Silvio Viegas.

Como es habitual en estos encuentros, el concierto albergó un gran número de concurrentes. En el escenario se veía ya listos todos los músicos y los aplausos irrumpieron cuando el ‘concertino’ se aprontó para guiar la afinación. Terminado ese paso obligado, el público volvió a aplaudir para recibir al Maestro Viegas. Él, desde el podio y fiel a su estilo, dedicó el encuentro al solista de fagot del organismo, Luís Gambino, quien perdiera la vida a fines del mes pasado. También explicó los motivos del cambio de conductor y siguió con el argumento de la primera obra para luego darle paso a la música.

La performance inicial fue “Má vlast” o “Mi Patria” del checo Bedřich Smetana. Má vlast representa con cada una de sus partes un aspecto de la historia, el paisaje o las leyendas populares de la zona de Bohemia. En la ejecución, que en esta oportunidad fue del poema conocido como El Moldava, no hubo más que aciertos. La manera en que el director imprimió su pasión fue impactante. Su calidez interpretativa incrementó las sensaciones que la música regalaba. Pasado un corto intervalo, Viegas introdujo la segunda propuesta de la noche que fue la Sinfonía N.º 2 en do menor, op. 17 del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky. Popularmente conocida como “Pequeña Rusia”, fue escrita basándose en el folclore ucraniano, inspiración que Tchaikovsky recibió en sus repetidas vacaciones junto a su hermana en el distrito de Kámianka. Viegas, una vez más, mostró su clase. Contagió con su energía a todo un auditorio atento a su demostración. Invitó a los músicos a seguirlo y estos lo hicieron de forma sorprendente. La sala Carlos Guastavino, esa noche, volvió a ser el templo de la música académica.