En el marco del programa Cultura, Territorios y Cercanía, el Ministerio de Cultura llevará adelante una nueva edición de los encuentros de formación de «Cultura en Red: gestión para la transformación». En esta oportunidad, la temática estará vinculada a «Derechos culturales: retos para la construcción de ciudadanía cultural desde lo local», en una propuesta que se desarrollará el lunes 3 de noviembre, desde las 9, en ATE Casa España (Rivadavia 2871, Santa Fe).
Diagramadas como Clínicas Culturales Territoriales, las instancias de encuentro de Cultura en Red tienen el objetivo de «construir herramientas prácticas y aplicables a los proyectos culturales, generando intervenciones situadas que respondan a las necesidades específicas de cada territorio». En ese contexto, el encuentro del lunes próximo en Santa Fe contará con la participación de Emiliano Fuentes Firmani, gestor cultural y consultor especializado en temas de políticas culturales y diversidad cultural.
A modo de anticipo de su participación en Cultura en Red, Fuentes Firmani destacó la característica particular del encuentro, «porque no es un formato tradicional de seminario, de conferencia, sino que tiene que ver con una clínica donde vamos a trabajar con proyectos territoriales, lo cual le aporta un plus importante». Y anticipó: «La convocatoria tiene que ver con poder presentar, visibilizar y discutir en el marco de derechos culturales. De alguna manera viene a dar sentido a la política pública en los últimos años. Empezar a pensar a la cultura como derecho es un emergente que, inclusive, estuvo presente en la discusión por la reforma constitucional en la provincia de Santa Fe, y que se está dando en otras provincias. Sobre ese tamiz trataremos de abordar los proyectos territoriales. Hay una clave fundamental en los derechos culturales: de alguna manera son derechos transversales que habilitan a tener derechos. Van más allá de lo que se entiende como los derechos de la cultura. Cuando hablamos de derechos culturales hay una primera aproximación, del sentido común, de pensarlos como aquellos inherentes a la producción artística, creativa. En realidad son una cosa mucho más amplia, abarcativa, que tienen que ver con la identidad, la forma de ser, las posibilidades de expresión y de pensamiento crítico».
– Ese concepto amplio no parecería estar instalado a un nivel social lo suficientemente amplio como para que haya una mayor concientización en torno a la defensa de esos derechos culturales.
– No, por eso: aparecen distintos factores. Por un lado, desde el sector público, por la histórica inestabilidad que hemos tenido en las políticas públicas. En el campo cultural no hemos tenido una discusión sobre planificaciones estratégicas a niveles nacionales. Y, mucho menos, con el emergente de que en los últimos años las políticas culturales han irrumpido fuertemente en el ámbito de los gobiernos municipales. Ahí hay toda una deuda que tenemos desde la construcción de políticas públicas pensando estratégicamente esta dimensión. No existe en Argentina un sistema nacional de cultura que pueda articular el trabajo interjurisdiccional. Eso en cuanto a las responsabilidades de lo público. Después está lo que tiene que ver con algo más profundo, que es para analizar: la emergencia cultural de la cultura burguesa, del individualismo, que ha escindido un poco a la cultura como algo particular, de las elites, algo que cuesta un poco entender qué es, más asociado a las bellas artes, al patrimonio, que lo saca del ámbito de lo cotidiano, de lo ordinario. Sin embargo sabemos, por un montón de bibliografía, que la cultura es algo ordinario, que está en el día a día. Eso también contribuye a que, cuando se hable de derechos culturales, se piense primero en los derechos de la cultura. Y entre esa conjunción de esos dos factores la mayoría de la comunidad queda por fuera. Los derechos culturales son los primeros de los que uno puede resignarse porque no los conoce, no sabe que los tiene, no sabe la importancia que tienen como derechos humanos.
– El contexto nacional resulta bastante desfavorable para poder abonar discusiones y pensar en los derechos culturales.
– Sí, sin duda. Por un lado, está la situación calamitosa que tenemos con el gobierno nacional, que por un lado ha construido un imaginario de una guerra cultural, donde los sectores vinculados a la producción artística, creativa, cultural, comunicacional, son el principal blanco. Esa es una dimensión concreta de la difícil tarea, del desfinanciamiento y de todo lo que está sucediendo a nivel nacional. Pero lo cierto, también, es que a nivel Estado en nuestro país no hemos avanzado con leyes o marcos jurídicos. Tenemos un gran Digesto, muchísima producción de leyes de fomento, de protecciones sectoriales, que otros países no tienen. Sin embargo, no hemos tenido una discusión sobre planificación estratégica. No existen planes estratégicos de desarrollo cultural con metas concretas. Esto ha llevado a que tampoco se haya llegado a discutir. Por ejemplo, el Consejo Federal de Cultura, como órgano de concertación de las distintas jurisdicciones, funciona por una resolución ministerial. Ahora hay un proyecto, que tiene estado parlamentario, para que funcione por ley. Pero nunca se ha avanzado concretamente. Ahí también hay un déficit, ya no solo de un gobierno contrario a la cultura, como el que tenemos hoy a nivel nacional: los distintos espacios de poder vinculados a la cuestión cultural, desde la recuperación de la democracia hasta ahora no han logrado concertar un espacio de trabajo conjunto.
– ¿Cuáles son los posibles caminos para llegar a eso?
– Voy a decirlo desde mi lugar de enunciación, tengo que delimitarlo un poco más: desde hace muchísimos años me dedico a la investigación, la docencia y la militancia en el campo de las políticas culturales. Desde ahí construimos un proyecto que es la Asociación Civil por los Derechos Culturales, que en realidad se conoce como RGC: Redes de Gestión Cultural. Es una consultora-editora que ha publicado más de 70 libros desde una perspectiva de gestión cultural crítica y situada. Desde ese lugar de enunciación, siempre creí que el camino es la organización. Y cada vez creo más en las utopías concretas, porque no creo que vayan a haber grandes planes de salvataje, sino en las pequeñas presiones con las que cada uno puede comprometerse e ir trabajando. Me gusta hablar de las cuatro “c” que tiene la cultura para pensar la posible faceta de transformación, emancipación, y su potencia crítica. La primera “c” es el “cuido”, una palabra que usamos poco en el sur, que tiene más arraigo en Centroamérica, y que tiene que ver con la acción de cuidar, que es el primer principio para poder pensar en la articulación y en la organización. Después del “cuido” está el “compartir”, que nuestros pueblos originarios conocían sabían muy bien: en otras economías el intercambio estaba muy presente. Y, de alguna manera, contemporáneamente aparece muy fuerte con las discusiones en torno a la producción tecnológica y el software libre, con el compartir la producción del conocimiento. De ahí pasamos a la “colaboración”: la cultura colaborativa es una marca de época, que incluso repercute en las formas de creación, porque ya se discute la figura del autor para pensar más en el colectivo. Y finalmente la “cooperación”: para mí la clave está en eso, organización, cooperación, utopías concretas, dejar de mirarnos un poco el ombligo, tratar de dialogar más intersectorialmente. Entender que los derechos culturales son derechos humanos, transversales, que permiten la posibilidad de pensar en tener derechos.
En septiembre de este año, y a partir de la concreción del Laboratorio Nómada, que estuvo sesionando en distintas ciudades de Ameroibérica, desde RGC construyeron un manifiesto colectivo con voces de 60 intelectuales de más de 13 países, que tuvo su presentación en la Conferencia Mundial de Políticas Culturales de la Unesco, en Barcelona. Hasta allí llegaron con un objetivo concreto, según distinguió Fuente Firmani: «Con ese manifiesto tratamos de incidir en la discusión que los gobiernos están teniendo en torno a la cultura, que dicen que es un bien global y nosotros planteamos que son bienes comunes. La idea es: el futuro necesariamente tiene que tener la construcción de un común, o de comunes, que nos vuelva a unificar desde la diversidad».
– En ese sentido, el trabajo de Cultura en Red, focalizado en la diversidad cultural propia de la provincia de Santa Fe, va en sintonía.
– Estoy preparándome para ver con qué nos vamos a encontrar en el encuentro, estuve leyendo los proyectos que me han llegado y realmente aparece una gran diversidad de enfoques y trabajos, pero que tienen un hilo común que me parece clave para poder pensar en la dimensión de la cultura como derecho en los territorios: son todos proyectos con anclaje territorial, algo que me parece súper interesante. Entiendo que esa diversidad va a estar presente el lunes cuando nos juntemos en Santa Fe. Y la posibilidad de estar trabajando en una clínica todo el día, también con docentes de la Universidad Nacional de Rosario, nos va a aportar mucha riqueza. Creo, fundamentalmente, que estos encuentros son claves para esto que decía antes en relación a hacia dónde va la cosa, esto de empezar a pensar en la organización y consolidación de redes.
