Lucas Querini y su mirada sobre el gran Remo Pignoni

El talentoso pianista comienza el ciclo de presentaciones de "Remo Pignoni para cuerdas", un proyecto amplio que resignifica las obras del compositor rafaelino

(Texto: Edgardo Pérez Castillo) Cinco años, apenas, dedicó Remo Pignoni a la creación de su obra. En ese breve período de tiempo, entre sus 43 y 48 años, le dio forma a las 246 piezas que lo establecerían como un compositor esencial para la música popular argentina. Sin abandonar nunca su Rafaela natal, el pianista, docente y director coral dejó una huella profunda. También rafaelino, también talentoso, el joven pianista, compositor y director Lucas Querini estableció un vínculo potente con la obra de Pignoni, a quien considera el responsable de haberlo acercado a la música popular argentina cuando era todavía un niño. Con un recorrido virtuoso y fructífero que comenzó a consolidar profesionalmente desde la ciudad de Rosario, Querini volvió a sumergirse en la obra de Pignoni en 2018, obteniendo una beca del Fondo Nacional de las Artes con su proyecto Remo Pignoni para cuerdas. En 2021, esa propuesta resultó además ganadora del Plan Fomento del Ministerio de Cultura, lo que permitió amplificar el trabajo hacia diversas aristas. Una de ellas, la presentación en vivo de esas versiones, que este fin de semana tendrá un doble programa: este viernes, a las 21, Querini y su quinteto llegarán al Gran Salón de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085, Rosario); mientras que mañana, también a las 21, será el turno de la Sociedad Española de Rafaela, en el marco del ciclo de Música Popular de la Asociación Civil Otras Voces.

Acompañado por Pablo Farhat (violín), Simón Lagier (violín), Cristian Cortes (viola), Leo Sturam (violoncello) y Cecilia Zabala (contrabajo), Querini iniciará el ciclo de presentaciones de un plan de acción que el 28 de mayo tendrá una nueva escala de peso, con la grabación de sus versiones en el estudio Penny Lane de Rosario. Luego llegará el turno de otro hecho trascendental: la edición de las partituras con las versiones para cuerdas de esta selección de obras de Pignoni, que abrirá el juego a un plan de difusión amplio del trabajo del compositor rafaelino.

En ese sentido, Querini explica: “Me parece que todavía hoy la edición de una partitura tiene un valor muy importante en la transmisión de la música. En la actualidad estamos más facilitados de conseguir música, si quiero tocar algo de un artista casi seguro conseguiría un tutorial de Youtube para aprender a tocarlo. Hay muchos medios para acceder a tocar la música de otro. Sin embargo, en ciertas músicas todavía la partitura sigue siendo un vehículo muy importante, sobre todo en músicas que tienen un contenido más pesado, que están al mismo nivel de erudición que una música tradicional europea, pero que son sencillas de encontrar en otro lado. No es sencillo encontrar un tutorial que te enseñe a tocar a Gismonti, al Negro Aguirre… La edición de partituras en este caso tiene que ver con ampliar la posibilidad de que haya otros grupos de cuerdas que puedan tocar la música de Remo. Un poco ésa es la idea de editar las partituras, para que estudiantes, o cualquier persona que quiera tocar esa obra, tenga arreglos ya hechos”.

Formado en la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni, Querini pronto entró en contacto con la música del compositor, cuyas obras forman parte del programa de estudio. El vínculo se iría profundizando con el correr del tiempo, en un círculo que se amplía con Remo Pignoni para cuerdas. “Todo este proyecto me moviliza muchísimo, porque justamente es estar todo el tiempo entrando en contacto con mi historia –reconoce Querini–. De hecho un poco pensé meterme en esto como hurgando hacia adentro, ver de dónde vengo, qué cosas me atraviesan, qué puedo aportar de mi historia como artista. En estos días estuve pensando muchísimo en esto, incluso tratando de recordar qué sensaciones me generaba tocar la música de Remo de chico. Y tengo un recuerdo muy fresco de que es el que encendió en mí el bichito de la música popular. A grandes rasgos, la Escuela Remo Pignoni, por lo menos en los primeros años (de un trayecto total de ocho años, que empieza en la escuela primaria y termina cuando estás en la secundaria), tiene toda la formación pianística donde se aborda el repertorio tradicional europeo, Bach, Mozart, Beethoven, y algo de Remo. Tocar la música de Remo no es lo mismo que tocar a otro compositor académico argentino, no es lo mismo que tocar Ginastera, Guastavino, Julián Aguirre. Es una música que tiene una impronta popular mucho más fuerte. Tengo el recuerdo de que era lo que más quería tocar. De hecho, mi primera presentación grande en público, y que tengo presente porque me acuerdo del susto que tenía, fue con música de Remo. Yo tendría 14 años, y elegí tocar éso”.

Culminados sus estudios secundarios, Querini llegó a Rosario para continuar su formación musical. Y comenzó a darle forma a proyectos de peso, como el sexteto La Biaba, agrupación que aportó fuertemente a la renovación de la escena tanguera rosarina. Docente, sesionista, solista, Querini sostuvo en Rosario una actividad constante que en 2018, y con la citada beca del Fondo Nacional de las Artes, volvió a encontrarlo vinculado a Pignoni. “Creo que tiene que ver con mis últimos años como profesional, donde después de haber estudiado mucho uno se empieza a pensar menos como alumno y más cómo artista –explica–. Empecé a pensar qué podía aportar, qué es lo más sincero que puedo generar, pensando en la autenticidad como el valor más importante para un artista. Al menos para mí. En principio mi pregunta iba por ése lado, yo estaba más vinculado al tango, haciendo mis composiciones como una manera de aportar al género desde ese lugar, y en esa búsqueda interna aparece de nuevo la música de Remo, y empecé a ver qué vuelta de rosca le podía dar. Sentía que no era solamente tocar en el piano su música, necesitaba conectarme con esa música desde otro lado, poder entender su estética, nutrirme de ella. No me bastaba con tocar solamente. Este trabajo de reversionar implica empaparse a pleno de la música y después tratar de decir algo con éso, donde mi personalidad artística se fusione con la de Remo. Esa es un poco la utopía”.

– Desde ese lugar, ¿cómo abordaste los arreglos?

– En un primer momento me había puesto más en el lugar de orquestador, sería como un traductor que pasa el lenguaje del piano al lenguaje de cuerdas. Después hay una segunda etapa, más reciente, donde trabajé pensando en el espectáculo y grabación del disco. Teniendo en cuenta que Remo escribió todas danzas argentinas, que tienen dos partes, para darle variedad a la música pensé en exponer en la primera parte la versión de Remo y en la segunda continuar a partir de mi lenguaje, siempre buscando que quede algo orgánico. Se me volvió inevitable pensar versiones que incluyeran un poco mis ideas.

– Considerando también que el proceso seguramente incluyó la mirada del quinteto, ¿pudiste transmitir eso que estabas buscando? 

– Sí, totalmente. De hecho en el proceso de interpretación, y cuando estábamos ensayando, era un gran desafío ver cómo funcionaba éso. Una instancia es la del papel y otra llevarlo a las personas, donde realmente se ven todas las cuestiones técnicas, si está bien escrito, si funciona. Y si gusta. Por suerte estamos muy contentos con el resultado. En lo personal estoy muy contento por lo que recibo del quinteto, se pusieron la música al hombro, le estamos metiendo con mucho cariño. Creo que se va a escuchar todo ese trabajo. Que no es tan habitual, porque es una música que tiene su complejidad, implica un compromiso individual y grupal. Siento que eso lo sostiene la música, lo que hace que fluya tiene que ver con que la música está buena, que nos gusta la música de Remo. Es algo que nos gusta hacer.

– Hay algo en la música de Pignoni que remite a la del rosarino Chacho Muller. Quizás tiene que ver con su abordaje refinado, académico, sobre la música popular. ¿Encontrás también esos puntos de contacto entre Pignoni y Muller?

– Sí, totalmente. De hecho pertenecen a una generación de artistas que se conocían, se estudiaban, se tenían bien junados, se nutrían unos de otros: Hilda Herrera, Edgar Spinazzi, Chacho, Eduardo Lagos, el Cuchi Leguizamón, Salgán… Todos pianistas, muy vinculados entre sí. Con el tiempo uno lo ve y percibe como una especie de movimiento, de gente que se sentía parte de una mirada de la música argentina. Y una de las cosas que tienen en común todos estos artistas que están vinculados tanto a la tradición europea como a la argentina, les gustaba tanto escuchar una chacarera como a Debussy o Chopin. Y buscaron hacer música argentina con las herramientas técnicas de la tradición europea, eso dio como resultado un enriquecimiento de la música argentina. Cada uno con su impronta, su estética, su visión. Todos estos que estamos nombrando siempre con una pata fuerte dentro de la tradición popular.

– Otro punto de contacto es que tanto Chacho Muller como Remo Pignoni, y también parte de esos músicos que mencionabas, es que lograron reconocimiento dentro del ámbito musical pero no así de parte de un público general. No fueron artistas masivos.

– Exacto. Una de las tantas cosas que interpela la obra de Remo, como de esos otros artistas, tiene que ver con repensar un poco qué pasa con nuestras sociedades respecto de nuestros artistas valiosos. El caso particular de Remo es que fue un tipo que vivió toda la vida en Rafaela, que escribió solamente entre los 43 y los 48 años. Sus 246 obras las escribió en cinco años y nunca se fue a Buenos Aires, siempre trabajó en Rafaela, dirigía coros, daba clases en la Escuela Sarmiento. Así y todo, a fuerza de arte puro, logró trascender el tiempo, el espacio, y ser exitoso en lo que realmente importa. Uno puede preguntarse qué hubiese pasado si Remo hubiese sido famoso… no sé, quizás hubiese disfrutado de algunos beneficios económicos, pero al fin y al cabo creo que el otro premio, el que se ganó, no es nada despreciable: quedar en la historia de la música, en el espíritu y alma de todos nosotros. No fue famoso, pero fue más grande que éso.

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