“Mi rol de recicladora, un rol de cuidado”

Romina Palma, docente de la Escuela de Oficios Artísticos del Ministerio de Cultura, brinda reflexiones en torno a la cultura, las sociedades y los territorios en nuestro tiempo.

(Texto: Celina Giménez y Laura Pizzorno) Romina Palma nació en la Patagonia, vive en Buenos Aires pero asegura: “En mi corazón soy una falsa santafesina”. Es diseñadora sustentable desde hace alrededor de 20 años, pedagoga y educadora social. A su vez, se dedica a la cultura regenerativa, una cultura entendida en términos de revalorización y regeneración de oficios, saberes y miradas. Sus emprendimientos de juguetes e indumentaria confeccionados con material reciclado están inspirados en la promoción del cuidado de la vida de los ecosistemas. Romina forma parte desde el comienzo de “la familia de la Escuela de Oficios Artísticos”, como ella la nombra, donde brinda capacitaciones en Ecodiseño tanto en formato virtual como en laboratorios presenciales en distintas localidades de la provincia de Santa Fe.

-¿Cómo fue tu experiencia en la Escuela de Oficios Artísticos?

– Para mí es un proyecto innovador, solidario y verdadero, que busca construir trama social. Cuando me llamaron me puse a disposición con toda mi experiencia y mi inexperiencia, asumiendo un gran compromiso frente a un gran desafío. Fue un trabajo de colaboración porque ya venía trabajando en Santa Fe con diseñadores y tenía un panorama del ecosistema y de lo existente. Pero el proyecto me dió la posibilidad de abordar una mirada de la cultura que revalorice los territorios, los saberes, los lugares. Esto hizo que podamos ver la necesidad de incorporar temáticas con perspectiva de género, saberes ancestrales y dinámicas grupales, para empezar a saber cómo trabajar juntos. Por eso quisimos generar un contenido actualizado. Yo actualizo todo el tiempo el material, y sigue estando a la altura de lo necesario, que es armar trama, armar ecosistema y pensarse enraizados en sus comunidades. Esto es importante porque nos permitió mirar nuestro entorno, ver cómo nuestras acciones intervienen en nuestros territorios, en nuestras realidades, y saber que no estamos aislados del mundo no sólo en términos económicos, sino en términos culturales y de existencia. Era necesario entonces pensar vínculos y contenidos para una comunidad que pueda tener esta información para regenerar sus prácticas, para tener un desarrollo sostenible, y no sólo en términos verticales sino en términos horizontales. Trabajando para impactar en un mundo que sea posible y que nos dure, para todos. Los encuentros que nosotros hacemos de ecodiseño son eso, una gran clase de creadores creando qué comunidad queremos. Ya no es cada diseñador con su papelito dibujando. No. Es dando nuestro mejor trazo, nuestra mejor trama, lo mejor que podemos hacer para crear algo más grande. Ese es el objetivo del ecodiseño.

– Integraste al equipo de capacitadores en las clases virtuales y en los encuentros presenciales, con la realización de laboratorios y talleres en cinco localidades diferentes de Santa Fe. ¿Cómo influyen las diferencias territoriales y regionales en las formas de concebir lo cultural? 

– Pienso que las ideas son como la tierra, deberían ser de quienes las trabajan. El territorio nos define hasta en lo más sutil. En los distintos lugares hay idiosincrasias y particularidades. No es lo mismo estar del lado del agua que del lado en donde no hay agua, al lado del cultivo de soja, o estar más cerca del lado chaqueño. No son las mismas identidades ni son las mismas ubicaciones. Si nosotros pensamos en lo local basado en el paso hombre serían 30 kilómetros para cada lado, es decir, 30 kilómetros para acá y otros para allá serían mi definición de lo local. No tiene nada que ver Reconquista con Rosario. Ahí empezamos a ver desde el Ecodiseño que cada territorio nos define. No es lo mismo estar en Rafaela que estar en Reconquista y son lugares muy cercanos pero tienen desarrollos distintos, miradas distintas, maneras de relacionarse con la naturaleza distintas. La conexión con la naturaleza es fuerte por ejemplo en Reconquista, en donde todavía se habla de “época de naranjas”, acá nos gustan las plazas y que estén limpias, se recicla un vagón antiguo y ahí es donde se trabaja. Esas relaciones con el entorno hacen a los procesos culturales y hacen a las miradas sobre el mundo. Si volviéramos a la mirada natural que tenemos, y pudiéramos volver a vernos enraizados en un lugar, en un entorno natural, veríamos que no es lo mismo ser de Rosario, o de  Rafaela o de Cañada de Gómez. Por eso admiro Santa Fe, porque hay iniciativas en todos los lugares, tienen políticas culturales activas, que hacen que sean totalmente regenerativas. Es la capacidad que se tiene de hacer crecer y nutrir el entorno.

 – La problemática ambiental y la necesidad de pensar emprendimientos sustentables y conscientes con el medio viene generando reflexiones y acciones diversas a nivel mundial. ¿Qué llegada tienen estos contenidos en nuestro país?

– Es necesario pensar vínculos y contenidos para una comunidad que pueda tener esta información para regenerar sus prácticas, para tener un desarrollo sostenible y en términos horizontales. En nuestro país el ecosistema de impacto o el mercado verde es emergente, está surgiendo, todavía no se está nombrando. Eso da la ventaja de poder hacer nuestra experiencia. Pero la desventaja de no poder aprender de los errores de otros proyectos de otros países, donde la temática está más desarrollada por recursos económicos y tecnológicos. Existe el sur global, el norte global, nosotros estamos en el sur, donde los recursos y el acceso a la información y la tecnología es más limitado. También es más limitada la llegada de contenidos. Entonces, mientras hay países que ya tienen reglamentaciones en reciclado de plásticos o de biomateriales, acá todavía los estamos investigando. El Covid nos llegó inmediatamente, pero los materiales de educación ambiental, tecnología de materiales y nuevas maquinarias no nos llegan inmediatamente. Entonces volvemos a hablar en términos ecosistémicos: estamos en el sur global y no lo digo como una crítica, sino que lo entiendo como parte de una gran trama compleja en donde estamos situados. Por ejemplo, en Santa Fe hay humedales, hay gran desarrollo de perspectiva de género, entonces hay que construir herramientas para que puedan entender qué es lo que estamos haciendo en conjunto. Se trata de un enseñaje. Mientras vamos enseñando vamos aprendiendo y esto funciona como una manera de relevar lo existente. Hay mucha gente con proyectos regenerativos, de ecodiseño y de triple impacto que trabajan de manera autogestiva e independiente, que hace ya esto sin saber lo que está haciendo. Se trata un poco de volver a lo que hacían antes, a nuestros abuelos. Yo tengo descendencia originaria y descendencia europea. Nuestros abuelos fundaron sociedades de socorros mutuos, hicieron hospitales, escuelas, huertas. Es regenerar ese hacer. Es volver a retomar esa fuerza fundadora y decir: “Bueno, qué es lo que queremos fundar ahora”. Entonces ahí entendemos que todos somos protagonistas.

– Al comienzo hablamos acerca de contenidos con perspectiva de género, ¿cómo se abordan estas temáticas desde tu área? 

– Necesitamos incorporar perspectivas de género para empezar a hablar de diversidades sexuales, del rol de la mujer en términos constructivos, para poder empezar a reflexionar y pensar lineamientos. Pero estas temáticas con perspectiva de género no están tan al alcance. Que puedas pensar: “Ah, es verdad, yo gano menos que mis compañeros”. Pero no es culpa de mis compañeros, es una cuestión estructural. Entonces se puede decir: “Podemos pensar una solución estructural para que todos nos sintamos parte de este mundo”. Venimos de abuelas que sufrieron el patriarcado y ni siquiera podían desear su sexualidad. Nosotros no podemos bajar los brazos por ellas. Siendo mujeres, pienso que la esperanza es lo único que tiene que abundar. Nos faltará todo, pero que nunca falte la esperanza. La esperanza es lo único que no nos tienen que sacar. Nos están operando así, desde el miedo y la desesperanza. Nos dicen: nos estamos muriendo, el mundo se va y salvate solo. ¡No! El mundo no se va a ir porque somos un montón que no queremos que el mundo se vaya. Y estamos acá y estamos vivos. Hasta que no nos lleven por delante seguimos acá. La esperanza también es de nuestras abuelas. Creo que es importante empezar a juntarse, porque cuando nos juntamos aparece. Yo te muestro mi campera reciclada que aprendí a coser con mi abuela. Porque vengo de un linaje de costureras, de hacedoras y de recicladoras. No es algo que construí yo solita en mi existencia de cuarenta años. Esto es ancestral y vamos a recordar todas. Está pasando. Me emociona.

– En tus clases y laboratorios presenciales hacés hincapié en estos contenidos y en generar redes con otras mujeres ¿cómo ves ese vínculo entre el ecodiseño y el feminismo?

– Creo que eso tiene que ver con mi rol de recicladora, un rol de cuidado. Resignificando. Tengo esa habilidad de ver qué se puede reciclar. Nosotros somos fruto de nuestras abuelas, de nuestras madres, de todas esas mujeres que, antes que nosotros, lucharon para que podamos pensar esto hoy acá. Yo quiero reciclar eso, cómo hacemos para salir adelante con eso. Estas mujeres se dedicaron al cuidado. Siempre cuidaron. A sus hijos, a su familia, la mayoría se ha ido por no cuidarse a ellas mismas porque siempre estuvieron cuidando a otros. Ese cuidado lo necesita la tierra. Ya va más allá de una mirada feminista, sino que es ecofeminista. A las mujeres nos toca ahora cuidar la tierra con esa fuerza de cuidado. Y ya no alcanza solo dentro de la familia. Tenemos que salir afuera, tenemos que organizarnos, tenemos que recuperar la palabra, tenemos que recuperar la decisión, tenemos que recuperar la primera persona. Sin olvidarnos que estamos para el cuidado. ¡Un desafío tenemos nosotras! Pero bueno, tenemos que saber que la esperanza no se pierde. Mi guía es ser un fruto que sabe crecer para arriba. No atormentada para atrás. Y eso es el cuidado. Las mujeres históricamente siguieron al cuidado. Este cuidado y esta manera de amar que ejercemos las mujeres tiene que ser planetaria. Sino el planeta no va a existir. El desarrollo sustentable o sostenible está vinculado con el empoderamiento femenino y la posibilidad de poder hackear el sistema con esta mirada del cuidado y amoroso, que pueda construir otro sistema. Ahí voy aprendiendo y seguiré aprendiendo. Estoy abierta para seguir construyendo algo juntas. Yo lo único que sé es eso: es juntas. Eso me da una guía y una certeza. Si estoy sola por ahí no es. Pero si estoy con muchas, es ahí. Y somos muchas.

La experiencia de Romina Palma como recicladora se vuelve fundamental para pensar nuestro tiempo, sociedades y territorios. Nos invita a reflexionar en torno a los cambios culturales que queremos generar como parte fundamental de una gran trama. En este sentido, el ecodiseño propone nuevas formas de relacionarnos con el mundo para concebir otro futuro posible.

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