(Texto: Lic. Ana Candioti) Ubicado en el kilómetro 78 de la Ruta Provincial Nº 1, en jurisdicción de Cayastá, se encuentra el Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja, espacio dependiente del ministerio de Cultura del Gobierno de la Provincia. Allí se encuentran los restos de la ciudad de Santa Fe, fundada por Juan de Garay en 1573, donde se mantuvo hasta 1660, cuando se mudó al emplazamiento de la actual capital de la provincia.
En sus 69 hectáreas, correspondientes a las dos terceras partes de la traza fundacional, se conservan testimonios materiales de la antigua ciudad: el remanente de la Plaza de Armas, las iglesias conventuales de San Francisco, Santo Domingo y La Merced, el Cabildo y un número significativo de viviendas.
Convocatoria
Durante el mes de mayo de 2025, el Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe, a través de su Secretaría de Gestión Cultural, Subsecretaría de Identidad y Territorio, la Dirección Provincial de Museos y el Área de patrimonio cultural, realizará una convocatoria para residentes de la provincia de Santa Fe que acrediten idoneidad en arte, museología, antropología, arqueología, escritura, pedagogía, arquitectura, diseño, ciencias naturales y áreas afines con el objetivo de participar del workshop para la elaboración de una propuesta museológica y museográfica de la exposición permanente del Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja.
La modalidad del workshop se desarrollará íntegramente en el Parque Arqueológico, con una duración de cinco días (lunes a viernes de 8.30 a 18.30 h) y los asistentes participarán de talleres con destacados profesionales del área, donde se reflexionará sobre la práctica del montaje de exposiciones, curaduría, contenidos, historia, contenidos, historia, escritura de textos expositivos, etc., para finalizar con una propuesta de exposición con un taller de prototipado en el espacio mismo de exposición.
Se seleccionarán 30 participantes, de los cuales 15 serán becados para cubrir sus gastos de alojamiento, comida y traslado. Los otros 15 estarán habilitados para participar en las distintas instancias. La selección se realizará de acuerdo al orden de mérito.
Visitas
Con una afluencia anual de más de 25.000 visitantes, el sitio recibe a estudiantes de todas las edades, familias, grupos de amigos, contingentes de instituciones varias y extranjeros, tanto americanos como europeos, en una variopinta gama de edades.
El denominador común a todos ellos es el asombro. Porque todos llegan sabiendo, detalle más, detalle menos, a qué van. Saben que se trata de la primera ciudad de Santa Fe, la que se mudó, la que encontraron sus restos unos trescientos años después de haber sido abandonada, etc.
Lo que ninguno se espera es encontrar un espacio de dimensiones gigantes, donde están trazadas las calles y delimitadas las manzanas, los edificios públicos, las iglesias y las viviendas como hace 451 años. Están los restos de las paredes de lo que alguna vez fueron casas, donde vivían familias, corrían niños, se cocinaba y se conducían políticamente los destinos de la ciudad.
La inmensa mayoría de los visitantes elige realizar el recorrido guiado por el personal de Servicios Didácticos, quienes no sólo difunden la información histórica, los datos, las fechas, sino que son quienes reciben las impresiones y preguntas de los asistentes. El Parque registra visitas de escuelas santafesinas de toda la provincia; grupos de provincias vecinas como Entre Ríos, Buenos Aires, Corrientes y Córdoba; y extranjeros, en su mayoría uruguayos, españoles y estadounidenses, pero también italianos, franceses y alemanes.
Dedicación y compromiso
Andrés Nieres trabaja hace once años en el Parque, tiene 34 años y se desempeña como Jefe del Área Cultural, coordinando y supervisando las tareas que se realizan en el sitio. Andrés asegura que para él el Parque es Vida. “Una vida pasada que me llena energía al pensar que recorro las mismas calles de aquellos que transitaron la ciudad y también aquellos que trabajaron para desenterrar la ciudad dormida. Vida que se refleja en los niños y su capacidad de asombro, los jóvenes, adultos y ancianos que nos visitan siempre llevándose una mirada nueva de la historia. La vida de los que hacemos a la institución cada día y la vida del entorno natural tan rico que envuelve Santa Fe la Vieja”, dice con convicción el joven cayastacero.
“Cuando empecé a trabajar en el Parque me llamó mucho la atención la dedicación y el compromiso de muchos de los que construyen Santa Fe la Vieja, tanto los que están acá en Cayastá como los que son parte del Parque estando en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz. El Parque despierta una dedicación muy grande por el patrimonio que alberga, el que se encuentra exhibido y el que puede llegar a ser develado. Un compromiso que tiende a tomar muchas formas y que se pudo ver cuando enfrentamos un hecho relevante como fue el incendio (2021) que afectó gran parte del sitio. En ese momento el compromiso se encarnó el rostro de los vecinos de la localidad colaborando, los profesionales trabajando y el personal de Cayastá, Santa Fe y la Asociación de Amigos colaborando para proteger el enorme patrimonio y recuperar lo que parecía perdido”, agrega Andrés con visible emoción.
Finalmente, asegura: “Aunque mucha gente piensa que el Parque es un lugar que no puede ofrecer más, que ya está completo, como un trabajo acabado, esas personas tienen una idea errónea, porque para muchísimos otros el Parque tiene mucho por explorar, mucho por conocer y aún más por custodiar y transmitir. Es un lugar con una potencialidad enorme para el desarrollo y sobre todo un espacio para ser apropiado por el conjunto de todos los santafesinos como un espacio que muestra lo que fuimos y que puede propiciar lo que podemos ser”.
Un privilegio
Yanina Martínez es de Cayastá y hace dieciocho años que trabaja como mediadora en los diferentes espacios del Parque Arqueológico. “Creo que todos los que trabajamos en el Parque somos privilegiados de estar acá, y no tiene que ver con estar cerca de nuestros hogares, sino por lo que significa el parque, en todo sus sentidos histórico, cultural, emocional”, cuenta Yanina, quien en un rápido repaso por su carrera en el Parque dice: “Cuando ingresé lo que más me llamó la atención fue todo lo que había detrás de cada objeto, de cada historia. No solo eran las ruinas, como le decían, sino que era estar en un lugar donde habían transcurrido tantas historias buenas y no tan buenas, donde esta sociedad multicultural dejó huellas imborrables y que seguramente aún faltan por seguir encontrando”. Y, con inocultable orgullo, agrega: “Nuestra labor como mediadoras/es es ser ese ‘puente’ para acercar al visitante, invitarlo a sentir y llenarse de conocimientos, donde no sólo se trate de dar un discurso sino de trasmitir el sentido de pertenecía por el sitio, del cual hoy somos custodios”.
Ana Ponchón, Anita, hace apenas cuatro años que trabaja en el parque. A sus 28 años, esta cayastacense, que también se desempeña en el área de servicios didácticos, cuenta que “trabajar en el espacio es una experiencia estupenda, despierta muchos sentimientos, entre ellos, el de sentirme privilegiada de pertenecer al espacio; creo que por la pertenencia que se tiene de este lugar y el gran valor cultural”.
“Llegué con algunos preconceptos y voy a mencionar uno que dije en mi primera entrevista: reconocía al espacio como un lugar netamente histórico -continúa Anita-. Pero hoy día, con una visión más amplia y nutrida, el sentido de pertenencia es muy fuerte. Invito a todos ‘reconocer’ el Parque y poder así conectar con un espacio natural, que brinda la posibilidad de adentrarse en sus inicios, disfrutando la vegetación autóctona y brindando otro sentido de pertenencia que también fue legado de nuestros pueblos originarios”.
Nuevamente la palabra privilegio llega en la voz de Norma Reyes, de 61 años, que trabaja en el Parque desde 2002. También mediadora cultural, Norma asegura: “Trabajar en el Parque Arqueológico es un placer, realmente un privilegio poder compartir con los visitantes nuestros conocimientos del lugar y nuestras experiencias. Trabajar en este lugar despierta un sentido de pertenencia muy profundo, poder sentirlo y también transmitirlo al visitante para que pueda trasladarse en el tiempo, y ver que en cada objeto hubo vida, una persona, una costumbre, un lugar”.
“Lo que más me llamó la atención al comenzar a trabajar fue el sitio entero, un museo a cielo abierto, su naturaleza, su historia”, agrega Norma.

La voz de los niños
Otra de las guías relata: “La gente en su gran mayoría se asombra por el estado de los objetos hallados durante las excavaciones y que están expuestos en el Museo. Lo que más les llama la atención es su estado de conservación luego de más de 300 años enterrados, porque son objetos que muestran de manera tangible cómo era la vida cotidiana”. Y agrega que “acá no sólo se encontraron vasijas casi enteras y trozos de vajilla, sino también medallas y rosarios, monedas, juguetes, cubiertos, tejas que eran los techos de las casas, y eso a los visitantes los emociona porque visibilizan de manera cabal que aquí vivían familias como cualquier familia”.
“Los niños son los mejores visitantes -dice entre risas-. Ellos traen información, muchas veces recibida en la escuela, algunos tienen preguntas que se nota que charlaron con sus docentes, pero hay preguntas espontáneas que muchas veces nos obligan a salir del relato habitual y responder con información que por supuesto tenemos, pero que no forma parte del guión museográfico”.
“La duda más grande es el tema del baño. El tema de la presencia o no de inodoros es la gran pregunta. Les explicamos cómo hacían sus necesidades y ya quedan conformes con la respuesta, aunque a muchos se les escapa un ‘puaj’”, añade.
“Los niños comprenden que la vida en Santa Fe la Vieja fue hace mucho tiempo, pero dimensionar esa temporalidad es algo complejo de entender a corta edad. Muchas veces hemos escuchado decir `me parece que cuando se murió mi abuela la enterraron acá’ y expresiones de ese tipo, lo cual además de arrancarnos una sonrisa y mirada cómplice con los otros adultos, nos demuestra que realmente están escuchando, prestando atención y procesando esa información de acuerdo a sus experiencias de vida”, concluye la trabajadora.
La Iglesia de San Francisco
Santa Fe era una comunidad muy religiosa. Contaba con seis iglesias (Iglesia Mayor, San Roque, los Dominicos, los Franciscanos, los Jesuitas y los Mercedarios), de las cuales se conservan restos remanentes de tres (San Francisco, Santo Domingo y La Merced).
La Iglesia Conventual de San Francisco, muy próxima a la barranca del río San Javier, es la edificación que más atrae a los visitantes y ello se debe, fundamentalmente, a que en su interior las excavaciones arqueológicas dejaron al descubierto los restos de los pobladores allí enterrados. Entre esos sepulcros se pudieron identificar algunos de los más importantes, entre ellos los de la hija de Garay, fundador de la ciudad, y su esposo Hernandarias de Saavedra, el primer gobernador criollo del Río de la Plata.
“San Francisco es una experiencia única para los visitantes. Para muchos, por no decir la mayoría, es su primera vez ante un esqueleto humano, aunque sea una réplica. Y las preguntan se agolpan: ¿cómo saben cuáles son mujeres, hombres, niños? ¿por qué algunos apuntan para allá y otros para acá? ¿cómo supieron que era la hija de Juan de Garay? Cada pregunta tiene su respuesta y es muy gratificante como guía ver la atención con la que escuchan y la emoción de ojos húmedos de muchas personas”, señala.
Comenzamos hablando de la mudanza de la ciudad y en la Iglesia de San Francisco se manifiesta de manera evidente que la mudanza no significó sólo dejar atrás las casas, las iglesias, el cabildo, en definitiva, paredes y techos; sino que la mudanza significó dejar atrás a los seres queridos que fallecieron en Cayastá. Material y simbólicamente fue un desarraigo mucho más doloroso.

Identidad, memoria y pertenencia
Sentirse parte de algo es inherente al ser humano, es constitutivo de su identidad. Decir “soy argentino” es mucho más que indicar un lugar geográfico en un mapa o mencionar a Maradona, Messi y las Islas Malvinas. Es mucho más.
Cuando nos mudamos, dejamos atrás mucho de lo que fuimos, pero nos llevamos el recuerdo de quiénes y cómo fuimos en ese lugar, cómo era ese lugar, su fisonomía, sus olores, sus paisajes; eventualmente podemos volver a recorrer esas calles, pasar a saludar al verdulero o contarle a alguien “yo vivía acá”.
El traslado desde Santa Fe la Vieja a Santa Fe de la Vera Cruz fue todo eso y mucho más, porque sabían fehacientemente que no iban a volver.
Los nacidos en las tierras de Garay tenían el mandato y rasgo identitario de haber sido los primeros santafesinos y tenían la obligación de no ser los últimos; la obligación de acunar, proteger y divulgar esa memoria de los primeros años, hacerla colectiva, la memoria de todos.
Así, el sentido de pertenencia se multiplicó. La añoranza y la nostalgia le dieron la mano al futuro y la prosperidad; ser santafesino se resignificó en ser ciudadano de dos ciudades, de dos Santa Fe: la vieja y la nueva.
Visita virtual
Si al leer esta líneas te dieron ganas de visitar por primera vez Santa Fe la Vieja o te dieron ganas de volver al Parque Arqueológico y no podés hacerlo de manera presencial, te invitamos a hacer el recorrido virtual 360º.
Días y horarios
Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja – Ruta Provincial Nº 1, km 78.
Enero y febrero 2025: de martes a viernes de 8.30 a 13 h y de 15 a 19.30 h, y los sábados, domingos y feriados de 9 a 15 h. En todos los casos, se permitirá el ingreso hasta una hora antes del horario de cierre. Entrada libre y gratuita.