"Un jardín para Pichón" se presenta en Cine El Cairo

"Un acto de militancia, memoria y justicia": así define la directora Carla Ciarrochi al documental, que contó con el apoyo del Ministerio de Cultura de Santa Fe y será proyectado el próximo viernes 28 de junio, a las 20.30, con entrada gratuita.

(Texto: Sofía Estanga Burgos) «Un acto de militancia, memoria y justicia». Así define la directora Carla Ciarrochi al documental «Un jardín para Pichón», que se centra en la figura de Gerardo «Pichón» Escobar, trabajador municipal asesinado en 2015. El largometraje contó con el apoyo del Ministerio de Cultura de Santa Fe y que será proyectado el próximo viernes 28 de junio, a las 20.30, en Cine El Cairo (Santa Fe 1120, Rosario) con entrada gratuita.

Desde su adolescencia Carla está inmersa en el mundo artístico. Estudió mimo, teatro, circo, danza, actuación y siempre se interesó por la escritura. Aunque huyó, como dice ella, de la carrera de Letras, hizo seminarios de estructura dramática, de películas, de personajes, de conflictos sin encontrar su lugar. «Escribía cosas con las que no estaba conforme. Cuentos que no me gustaban, poesía que no me gustaba. No desplegaba nada con lo que producía», confiesa la guionista.

Pero el destino es caprichoso y esa llama que lleva dentro comenzaría a encenderse en 2022, cuando empezó a darle forma con sus palabras a un gesto amoroso que le llamó la atención: «Veía ese ‘Pichón’ escrito con flores en la rotonda de Oroño y Pellegrini y quería saber más. Lo único que tenía en claro es que lo habían hecho los compañeros de trabajo de Gerardo, que ellos lo mantenían y nada más. Y ese gesto particular me conmovió», explica.

En Rosario existen casos muy parecidos a los de Pichón, y Carla destaca que «siempre hay algo muy vital en los familiares y amigos de las víctimas». Eso que ella llama vital son las pintadas, los festivales y las intervenciones artísticas que se hacen para recordar a quienes ya no están, pero el arreglo floral de la rotonda tiene otra impronta: está realmente vivo. «Es doblemente valioso porque esas flores le dan vida al lugar en el que él trabajaba». Ese espacio de la ciudad que Pichón cuidaba es el que ahora cuidan sus amigos y compañeros de trabajo de la Oficina de Espacios Verdes de Parques y Paseos.

Carla tenía en mente escribir un documental. Quería aprender a escribir un documental. Y la historia de Pichón, aunque ella no lo sabía, ya estaba ahí. Esas flores de la rotonda se convirtieron en el disparador perfecto para que tomara la iniciativa de investigar y comenzara a escribir. «Fui a la Dirección General de Parques y Paseos a buscar a los compañeros, y empecé a tirar de ese hilo», cuenta. Y aunque nadie le pudo decir bien por qué lo hicieron con esa orientación, ella trazó una línea recta y descubrió algo conmovedor: «Pichón» mira exactamente hacia el lugar en el que apareció su cuerpo.

Carla no pensaba realizar una película. Sólo quería escribir. Y tras un año de trabajo e investigación recorriendo los lugares, hablando con el entorno de Gerardo y leyendo muchísimo sobre el caso, presentó el guión y el proyecto en el Concurso Anual Plan Fomento del Ministerio de Cultura de Santa Fe (actual Espacio Santafesino), del cual salió ganadora, en 2022, junto con otros 56 proyectos. Con el premio en mano y la posibilidad de llevar adelante aquel proyecto la escritora se adueñó también del rol de directora.

En ese momento Carla estaba escribiendo un largometraje de ficción que nada tenía que ver con Pichón, pero la pulsión de contar su historia y el estímulo de ver premiado su proyecto la impulsaron a avanzar.

La primera persona con la que tomó contacto fue Luciana Escobar, la hermana de Pichón. «Ella era la puerta de entrada para poder contar la historia. Todas las personas con las que hablaba me decían que si Luciana estaba de acuerdo, entonces se sumaban», explica Carla. La hermana de Pichón dijo que sí sin dudar, los amigos y compañeros de trabajo también y fue entonces cuando la guionista decidió pisar el acelerador.

Como Luciana no vive en Rosario el primer contacto que Carla tuvo con ella fue telefónico y recién pudieron cruzar miradas en el aniversario de la muerte de Bocacha (Carlos Orellano) cuando se inauguró una placa en su memoria en La Fluvial. «Al otro día tomamos unos mates en el parque con ella y la mamá. El encuentro fue muy fuerte», recuerda la directora.

Ese sería el primer acercamiento a un inmenso mundo de emociones. Para Carla conocer el caso desde la intimidad, el detalle, lo chiquito; saber lo que le pasó a quienes forman parte del entorno, cómo lo recuerdan sus seres queridos… fue fuertísimo. «Pasé de conocer un caso como uno puede conocerlo por televisión, por ver pintadas y pedidos de justicia como el de Bocacha, Franco Casco, Jonatan Herrera y tantos otros pibes que han matado acá en Rosario, a sentirlo mi hermano», dice mientras los ojos se le ponen vidriosos.

Su compromiso es claro y el documental cuenta con responsabilidad la historia de Pichón sin exponer a familiares, docentes, amigos, compañeros. Porque aunque la cronología de los hechos es relatada por la hermana de la víctima, el audiovisual no pone su mirada en lo judicial sino en la memoria. «Siempre el eje fue la memoria. Así lo empecé a imaginar y a escribir. A imaginar con qué imágenes lo quería contar, con qué colores, con qué persona, dónde iba a ubicar a las personas», explica Carla.

«Un jardín para Pichón» muestra, como dice su directora, la parte luminosa de esta historia que es la que no se puede perder. «No hay que dejar que nos ganen la memoria. Porque esto es lo que siempre se intenta hacer: tapar para que se olvide.Y esas flores con su nombre son una muestra de que él está acá. Que lo vamos a cuidar, lo vamos a mostrar. Está ahí, ese Pichón, mirando a tribunales, mirando al sol, mirando al río», dice Carla mientras señala enfáticamente con su mano cada uno de los lugares que menciona: «Si sus compañeros no permiten que se olvide, nosotros tenemos que luchar para eso también».

El documental, que pone luz ante la oscuridad de una causa que permanece abierta en el fuero federal caratulada como desaparición forzada de persona seguida de muerte -considerado de lesa humanidad cuando hay agentes de fuerzas estatales involucrados-, con cinco acusados libres, plasma en la pantalla lo que su guionista y directora imaginó: «Los espectadores se van a encontrar con mi ojo y con lo que estaba en mi cabeza», dice Carla.

«Creo que todo lo que fui recolectando lo traté de contar. Incluso aquellas escenas que no quedaron en el material final. Quiero que sientan lo que yo sentí. Escuchando todo esto, haciendo todo este recorrido, pensando en estas imágenes y poniéndolas ahí», confiesa y cuenta que la escena que más le gusta es la que representa el cortejo que le hacen a Pichón cuando lo llevan al cementerio. «Alguien me contó que lo pasearon por el parque antes y elegí no preguntar cómo había sido ese momento para sólo imaginarlo. Entonces hice un recorrido por el parque como pensé que Pichón se hubiera despedido de ese lugar. Lo imaginé caminando por ahí e hice esa escena, que es la única escena musical», explica. Una escena que no es del todo de ficción pero que es guiada por la imaginación de su directora.

Movilizada en cada jornada de rodaje, Carla decidió no dejarse vencer por la emoción y seguir adelante cada día incluso cuando la cosa se ponía difícil. «Si se me complicaba algo miraba para arriba y decía ‘dale, loco, dale ayudame que estamos contando tu vida, lo que a vos te pasó, el pedido de justicia. Empujá conmigo'», admite.

La rotonda de Pellegrini y Oroño, la Escuela de Jardinería, la Dirección General de Parques y Paseos, la ciudad y la casa donde vive Luciana y la costa de la ex zona franca de Bolivia le dan marco a esta historia de 61 minutos que es solo la primera de muchas por contar y que ya Carla tiene en mente. «Quienes intentamos sostener la memoria, aunque tengamos todo en contra, tenemos que seguir luchando. Yo hice una película, otro hará una nota, una canción, lo que sea», dice, y sostiene que a las víctimas como Pichón hay que traerlas al presente todo el tiempo para que no se olviden.

Hay dos cosas que dan vueltas incansablemente en la cabeza de Carla. Una, ver a los familiares y al entorno luchar tan luminosamente, colectivamente y militantemente -una palabra inventada por ella- y la segunda, que exista gente que mate por matar, por placer, porque sí. Que torture, asfixie, desaparezca a otro. «Juegan como mi gato con una cucaracha, ¿cómo puede ser?», exclama y confiesa que nunca tuvo miedo de llevar adelante este proyecto. «Nunca lo dudé y nunca le puse tanto corazón a algo como esto. Nunca, jamás, a nada. Porque siento que además de ser un acto de militancia, la película es un acto de justicia», sentencia Carla.

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