Un viaje hacia la reconstrucción de la memoria

En conmemoración de los 50 años de la Masacre de Trelew, entrevistamos a Verónica Rossi, directora del documental "La casa de los tíos", proyecto premiado por el Plan Fomento que tendrá su estreno el viernes 26, en Rosario.

(Texto: Erika Saita) El próximo viernes 26 de agosto, a las 19, el documental La casa de los tíos tendrá su estreno en el Museo de la Memoria de Rosario (Córdoba 2019). El proyecto que dirige Verónica Rossi fue seleccionado por el Concurso Anual de Fomento en 2019 para realizar el Desarrollo y en 2020 para su Postproducción. El documental cuenta la historia de Mariano, quien después de 8 años viaja desde Rosario a Río Ceballos para vaciar la casa abandonada de sus tíos. La tarea lo lleva a revivir recuerdos felices de la infancia pero, también, a reencontrarse con el costado doloroso del país: sus primos, Pepe y Migue, ambos militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fueron asesinados a comienzos de los años 70, siendo Migue uno de los muertos en la Masacre de Trelew, sangriento preludio para la dictadura cívico militar. Previo al estreno de la película, Rossi, compañera y madre de los hijos de Mariano, dialogó con Santa Fe Cultura.

– El documental, que te atraviesa personalmente, es tu primera película como directora. ¿Qué te llevó a tomar esta decisión?

– No hubo una decisión tomada a priori. El tema de esa casa de Río Ceballos a Mariano, el sobrino, le pesaba mucho, lo afectaba emocionalmente. Había temporadas que se olvidaba un poco, y temporadas en las que todo le resurgía y se preguntaba qué iba a hacer con la casa, que no la podía dejar así, que no le podía hacer eso a sus tíos. Entonces un día, en febrero del 2018, yo le dije que con lo que teníamos ahorrados nos fuéramos de vacaciones en familia a Río Ceballos y lo resolvíamos. Y él se vio confrontado: lo tenía que hacer. Después le comenté a un amigo y colega, Claudio Perrín, que me propuso: “Vero, ¿por qué no te llevás una cámara?”. A lo cual respondí negativamente, ¿qué iba a hacer yo con una cámara? Yo soy montajista, no camarógrafa, y además, Mariano me iba a matar. Entonces me dice: “Vos no pensés en nada, sólo en grabar la primera vez que él abra esa puerta y entra. Lo demás se verá”. Yo nunca había dirigido, pero me quedé pensando. Le pedí a mi hermano una cámara prestada y que me explicara cómo funcionaba, así que por las dudas, la cargué. Y en el camino iba practicando. Algo se movió en mí. Una vez que estábamos allá, nos planteamos a la mañana estar en la casa ordenando y a la tarde hacer paseos en familia. Y cuando yo grabé la entrada a la casa fue muy fuerte, él se perdió en la maleza del patio. Para Mariano realmente esa casa era importante, es “la casa de los tíos”, el lugar donde siempre fue bien cobijado, donde el dolor de la falta de sus primos fue convertido en amor. Yo creo que esta familia se planteó: el infierno es de otros, no es nuestro. La casa luchó por mantenerse viva y luminosa.

– En cierta forma el relato nos hace pensar que se trata de una reconstrucción de la memoria de Mariano sobre la memoria de los primos, ¿no?

Sí, Mariano no conoce a los primos. Él convive con esa historia desde el lugar de ser el sobrino más chico, el hermano más chico. Los más grandes habían tratado a los primos. Y a él le llega todo lo que se cuenta, todo lo que se narra pero, también, lo que le narran cuando se quiere y se puede. Entonces él está todo el tiempo en la reconstrucción de la memoria pero también tenía que atravesar el desarme de la casa. Yo, sin decirlo, sentía que los planos de Oli (nuestra hija) hacían de la mirada de Mariano recorriendo esa casa, para mí era él dando vueltas allí de pequeño. Había que atravesar ese conflicto: reconstruir la memoria pero al mismo tiempo la casa se desarmaba, ya no existe. Y para Mariano era tener el corazón en un puño.

– Habiendo otros sobrinos de los tíos, ¿por qué era trabajo de él? ¿Era algo personal el tener que hacerse cargo?

Creo que son roles, en cada familia hay roles: asignados o construidos. Creo que, como Mariano no los había conocido a los primos, esa distancia lo favorecía. Y a los miembros que sí los conocieron, les costó más ese proceso. De estos tipos de historias hay muchos en Argentina, pero el poder hablar es un proceso individual de cada uno y de cada familia, son procesos que no son lineales, salen como pueden. ¿Es más valiente el que puede hablar o resolver que el que no puede? No, atrás hay mucho dolor. Quizás esa diferencia de carga dolorosa hace que Mariano pueda resolver esta situación. Silvina, su hermana, que tiene recuerdos vívidos muy fuertes, había ido tiempo antes a limpiar la casa. Es decir, a dejarla tal cual no a transformarla. Eso es re heavy.

– ¿Se plantearon con Mariano cómo trabajar la temática de la tragedia con sus hijos antes de la película o se dio naturalmente?

No. La única manera en que nos podíamos plantear el viaje era los cuatro juntos. No nos planteamos algo previo. Los chicos sabían que íbamos a la casa de los tíos de Mariano, que la casa estaba cerrada y que el papá tenía que hacer algo muy importante. Martín, nuestro hijo más grande, por ahí sabía algo más pero Oli nada, tenía dos años y medio. Estábamos ahí los cuatro solos y todo lo que se grababa o no se grababa era algo espontáneo. Fue así porque estábamos haciendo todas las tareas de la casa mientras yo tenía la cámara colgada. Y cuando volvimos de ese viaje y mostramos a los amigos colegas nos decían: “Acá puede haber algo”. Una decisión que tuve que pensar fue si salían mis hijos en el documental. Y la decisión que tomamos, muy consensuada con Mariano, fue que los chicos son chicos y están construyendo su criterio, su punto de vista. Y lo que se grabó se grabó. Nosotros no queremos hablar por la boca de nuestros hijos, uno les ofrece herramientas pero ellos van a decidir y somos cuidadosos en eso. No queríamos hacer un documental de bajada de línea ni dar golpes bajos. Un trabajo honesto, espontáneo pero medido.

– Filmaste gran parte del proyecto, ¿cómo fue para vos tomar tantos roles no sólo estando en el campo sino siendo parte de él?

En la casa fue un juego, no hubo esa presión. Jugaban los chicos, jugaba yo. Mariano había hecho un ingreso como del túnel del tiempo y él estaba metido en eso. Al mediodía se cortaba para almorzar y ya a la tarde desconectábamos un poco, hacíamos otros planes familiares. Yo jugaba con la cámara, después se iban presentando espontáneamente los vecinos, también viene la gente del Parque de la Memoria de Río Ceballos. Ellos son los que disparan el tema de “qué ibamos a hacer con todo eso”. Que todo lo que había ahí tenía un valor histórico y colectivo muy importante. Y nos cae, también, esa ficha.

– ¿Hay un antes y un después de Verónica al terminar el documental?

Posiblemente sí, yo ahora no lo veo. A mí me gusta mucho el montaje, la dirección no la disfruté tanto, disfruté más el montaje. El problema que tuve que resolver, como dijiste antes, son las distancias: soy la directora, soy la montadora, soy la compañera de Mariano, lo dirijo a Mariano y por un momento estaba todo junto, no había una distancia. Por suerte después entra Ana Taleb a la producción y nos pudimos organizar y para mí fue fundamental para llevarlo a cabo.

– El proyecto resultó seleccionado en 2019 para realizar el desarrollo y en 2020 para hacer la postproducción ¿Qué significó para vos recibir estos apoyos?

– Son importantísimos. Sin ello no hubiéramos podido avanzar en la calidad técnica mínima a la que todos los espectadores ya están acostumbrados, una no puede caer en una calidad menor. Es un apoyo vital, para que el proyecto pueda avanzar, es que hay mucha gente implicada en el proceso. También siento que debería ser más, es valiosísimo para poder arrancar pero justamente es desde el Estado que estos trabajos se deben financiar. El Estado debe estar presente para este tipo de relatos.

– ¿Te gustó el resultado final?

Sí, estoy muy contenta. Yo tengo la conciencia tranquila que le puse toda la responsabilidad y el cuidado, le pusimos todo. En un futuro se verá si me vuelvo a aventurar en la dirección.

– ¿Qué expectativas tenés, en lo personal y en profesional, a partir del estreno de la película?

La peli inició un circuito de festivales, vamos a ver qué tal nos va. Del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba nos ofrecen incorporar el documental al circuito de sitios de memoria, podría circular así por todo el país. Yo me propongo seriamente hacer todo lo que esté a mi alcance para llevarla al mayor público posible, que se vea en todos lados. Eso me parece interesante, que se vea, ahora tiene que circular. Fue espontáneo su nacimiento, laborioso todo su desarrollo y hay tanta gente sentimentalmente involucrada que debe poder ser vista. Ese es el objetivo de esta película.

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