Vereda Agroecológica en el Museo Gallardo

"Somos productores de comida para el pueblo. Pienso que lo que hacemos es economía solidaria”, explica Josefa Aramayo, una de las impulsoras del proyecto que va por su sexto año junto al organismo provincial.

Desde el año 2018 funciona La Vereda del Gallardo, un mercado agroecológico nacido de las entrañas del Museo Provincial de Ciencias Naturales de Rosario (San Lorenzo 1949), a partir del interés del equipo que lo integra por ofrecer una alternativa al modelo hegemónico de comercialización, que desvincula la producción del consumo, entendiendo que las formas de producir alimentos son manifestaciones fundamentales de la cultura.

Josefa Aramayo es productora agroecológica desde hace ya doce años y participa del proyecto Vereda desde sus orígenes. Ha trabajado la tierra en localidades cercanas a Rosario y actualmente lo hace en la zona oeste de la ciudad. Hoy es referencia obligada a la hora de pensar en agroecología en nuestra región, en la mujer rural, en agricultura y economía familiar.

A través de este proyecto, el Museo Gallardo busca contribuir al sostenimiento del Derecho a la Soberanía Alimentaria y transformar la vereda en un espacio público de apropiación barrial. Para ello, trabaja en conjunto con Josefa Aramayo y su familia, interiorizándose en su historia de vida y su experiencia en agroecología, en especial en los desafíos que actualmente implica llevar a cabo esta labor tan necesaria y tan digna.

Josefa tiene 45 años, es madre de cuatro hijos y lleva toda una vida trabajando la tierra. Nació en Tarija (Bolivia) y llegó a la Argentina de muy joven en búsqueda de mejores oportunidades. Hoy sostiene un proyecto de agricultura familiar que fue creciendo con los años, obteniendo de a poco mayores recursos e independencia, luego de trabajar para un patrón en agricultura convencional.

“A vivir acá vine primero sola, me fue a buscar un señor de Pergamino. No me faltaba nada, tenía casa, vacas, sembrado, árboles como quería. Trabajaba en una quinta y nos ganábamos el día a día, pero no en forma agroecológica; allí aplicaban veneno. Cuando tuve que trabajar lo hice como decía el patrón, hasta poder independizarme. Hoy hacemos agroecología para que el suelo no sea un ladrillo duro”, explica Josefa.

La Vereda del Gallardo transcurre en conexión con las narrativas que el Museo construye a través de sus muestras y las problemáticas que lo atraviesan. Entre ellas, el avance de la frontera agropecuaria, el monocultivo y la consecuente pérdida de biodiversidad, la agroecología como alternativa, el acceso a la tierra, el agua y la semilla.

Este mercado agroecológico funciona como punto de contacto entre productores y consumidores y busca -además de ofrecer una alternativa ante un modelo de producción que despacha productos de consumo en vez de alimentos y que resulta tóxico en múltiples aspectos- generar instancias de diálogo que le permitan a la comunidad conocer y reflexionar al respecto.

“Nos interesa vender directamente al público, poder sacarle un peso más a nuestro trabajo, dar a conocer quiénes somos y qué hacemos. Es difícil competir con los productores grandes, que fumigan con agroquímicos. Ellos no tienen que estar desyuyando, ni tratar de defender que vengan sanas las plantas. Hacen venir grande y brillosa a la acelga, pero está llena de químicos que hacen cada vez más daño a las personas”, comenta Josefa.

Por otro lado, agrega, “quienes consumen en la ciudad muchas veces no saben de dónde viene el alimento, cómo se lo hace ni cuánto tiempo lleva. Lo ven limpiecito, lavadito, bonito pero no saben de dónde sale ni cómo hay que hacerlo”.

La Vereda del Gallardo funciona los martes y jueves, de 10 a 13.30, junto al ingreso del museo, ubicado en calle San Lorenzo entre Dorrego y Moreno. Esta es una oportunidad para la ciudadanía interesada en conocer más sobre agroecología y para quienes buscan llevar un alimento sano a sus hogares. Se propone un mercado vinculado con las comunidades y el territorio, que favorezca el consumo de proximidad, las economías regionales, la reducción de la huella de carbono y la promoción de una alimentación saludable desde perspectivas eco-sociales, considerando que todo consumo es político.

“Todo el día trabajamos, desde que amanece hasta que anochece y lo hacemos por cultura también, porque vivimos de la tierra. No hay vacaciones para nosotros. Es un trabajo diario que hacemos para sobrevivir y no ser empleados de nadie. Los alquileres de la tierra resultan muy costosos y no hay facilidades para quienes hacemos agroecología. A veces nos sentimos lejos. Se necesita constancia y herramientas para la autonomía”.

A través de este mercado, el Museo Gallardo invita a reflexionar sobre la alimentación y el sostenimiento del Derecho a la Soberanía Alimentaria. Sobre las consecuencias de un modelo productivo que perjudica la salud de las comunidades en un sentido amplio, afectando la biodiversidad de los ecosistemas.

“Mi papá entremedio de las flores, entremedio de las plantas aromáticas, producía la verdura para consumir. No le decíamos agroecológico, le decíamos natural directamente. Pero hoy a mis hijos ni les hables de tierra. Es muy trabajoso, después estás toda arrugada y te duele la cintura, me dicen. Mi forma de verlo no es esa, porque también la tierra es sanadora. Somos pasajeros y hay que dejar algo sembrado. Pienso que primero va por la educación”, reflexiona Josefa.

Y cierra con un deseo: “Me gustaría que la mujer rural sea independiente, aprenda y tenga sus propios medios. A veces no somos visibles, por lo que es fundamental que se conozcan y se vean estos espacios”.

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