El Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja, dependiente del Ministerio de Cultura, es un sitio histórico y arqueológico que se encuentra emplazado en la localidad de Cayastá (departamento Garay), a unos 80 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe la Vera Cruz, capital de la provincia. En el sitio se encuentran los restos de lo que fue la primera ciudad de Santa Fe, la que fundó Juan de Garay en 1573, y que por múltiples causas debió mudarse a su ubicación actual, traslado que se realizó entre 1651 y 1660. Actualmente, el Parque Arqueológico (declarado Monumento Histórico Nacional en 1957), a la vez que preserva el sitio como bien patrimonial para la investigación científica, lo pone a disposición de la comunidad a través de recursos museográficos y didácticos.
Múltiples historias tuvieron como escenario a Santa Fe la Vieja. Muchas transmitidas oralmente de generación en generación; muchas debidamente documentadas y registradas de acuerdo a las normativas vigentes al momento de los hechos. En 1636, Santa Fe la Vieja fue escenario de un suceso histórico de trascendencia mundial para la grey católica: el Milagro de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción en la Iglesia de los Jesuitas.
La imagen del Nuestra Señora
Los jesuitas llegaron a la ciudad de Santa Fe recién en 1609, más de tres décadas después de la fundación a orillas del Río de los Quiloazas. En su sitio web, el Santuario Nuestra Señora de los Milagros narra: «En 1595 los cabildantes le escriben al Padre Provincial Juan Romero, SJ, residente en Asunción, suplicándole el envío de religiosos jesuitas. Este pedido fue satisfecho recién en 1609, cuando llegaron a Santa Fe, el Padre Francisco del Valle, SJ, y el Hermano Juan de Sigordia, SJ. Al año siguiente comenzará a edificarse la escuela y la iglesia que los jesuitas ocuparon hasta el traslado de la ciudad»(1).
«En 1634, de paso por la ciudad rumbo a la Reducción de San Ignacio Miní, un artista de fina sensibilidad, el Hermano Luis Berger, SJ., a pedido de los Congregantes Marianos, accedió gustoso a representar la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis. El cuadro se llamó como la Congregación Mariana: ‘de la Pura y Limpia Concepción’. Fue plasmada en un lienzo que mide 1,33 x 0,96 mts» (2).
Prontamente la imagen de Nuestra Señora fue venerada por la feligresía santafesina, conformada por una compleja arquitectura social que incluía españoles laicos y religiosos, un puñadito de portugueses, criollos, mestizos, pobladores originarios (sirvientes) y africanos (esclavos).
La imagen, pintada al óleo, contaba además con el valor agregado de haber sido representada en estas tierras americanas y no haber sido traída desde Europa. El cuadro es considerado como el más antiguo pintado en territorio nacional, hecho certificado por distintos y calificados investigadores en la materia.

El día del milagro y los siglos siguientes
El 9 de mayo de 1636 era un día más en la ciudad y en la vida de sus habitantes. Las misas de primera hora en las distintas iglesias de Santa Fe habían terminado, los fieles se dirigían a sus hogares y sus labores. Era un día seco y despejado.
Alrededor de las ocho de la mañana, y luego de la misa, en el templo de los Jesuitas, el Padre Pedro de Helgueta rezaba arrodillado frente al cuadro de Nuestra Señora cuando vió lo que creyó era humedad del ambiente condensada en la pintura.
Al ponerse de pie y acercarse a la imagen, el sacerdote comprobó que la pintura de la mitad superior de la imagen estaba totalmente seca, mientras que «hacia abajo corrían hilos de agua resultantes de innumerables gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal ya estaba mojando los manteles del altar y el piso» (3).
Además de Helgueta, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y pudieron ver lo que estaba ocurriendo. «¡Esto es un milagro!», gritó un hombre; y los presentes acompañaron repitiendo «¡Es un milagro!», mientras embebían algodones, pañuelos y hasta trozos de telas rasgados de sus propias vestimentas.
«Las campanas de la Iglesia no pararon de repicar para anunciar a todo el pueblo lo que estaba sucediendo. A pocos minutos llegaron el Vicario y Juez Eclesiástico de Santa Fe (Cura Hernando Arias de Mansilla), el Teniente de Gobernador y Justicia Mayor (Don Alonso Fernández Montiel), el General Don Juan de Garay (hijo del fundador) y el Escribano del Rey, Don Juan López de Mendoza» (4).
El Escribano y el Vicario no dudaron en confeccionar actas que certificaron lo que estaba ocurriendo allí. Mendoza sostuvo con un manuscrito casi ilegible que el sudor caía «como arroyo o hilos agua».
«Subido en un banco, el propio Vicario tocó con sus dedos la tela del cuadro, procurando contener los hilos de agua que descendían, pero por el contrario, continuaba manando copiosamente cambiando de dirección al contacto con la mano. Esto duró algo más de una hora, como lo atestigua el acta que se conserva hasta hoy en el Santuario» (5).
Las curaciones más asombrosas fueron también recopiladas por el Escribano del Rey; y con el correr del tiempo, los santafesinos empezaron a invocar a la Virgen con el título de «Nuestra Señora de los Milagros».
Prontamente la noticia llegó a Monseñor Cristóbal de Aresti, Obispo de la Diócesis de Asunción del Paraguay, de la que dependía entonces Santa Fe, quien reconoció al sudor como auténtico milagro, pues según los requisitos establecidos por la Iglesia, había suficientes testimonios probatorios del extraordinario suceso. Las actas labradas, la calidad y cantidad de testigos y las reliquias conservadas por la gente que seguían obrando curaciones, daban fe de ello.
Para 1660 ya se había concretado el traslado de la ciudad, y los Jesuitas se instalaron en el mismo lugar que tenían en la recientemente denominada Santa Fe la Vieja. La imagen de la Virgen se ubicó en el mismo sitio que ocupaba en el viejo templo: la nave lateral.
Aún con la expulsión de los jesuitas del nuevo continente (desde 1767 hasta 1862), el cierre de la Iglesia y el colegio, durante esos casi cien años los santafesinos y las santafesinas no dejaron de invocar, pedir y agradecer a Nuestra Señora, la de los Milagros.
En 1862, con el regreso de la Compañía de Jesús, se reabre el templo y, según cuenta la crónica popular, el relato transmitido de boca en boca, de generación en generación, centenares de personas se congregaron para recibir el regreso de Nuestra Señora de los Milagros a su Santa Fe. Y cada 9 de mayo volvió a ser la fiesta de la Virgen.
Al cumplirse 300 años del milagro, en 1936, el papa Pío XI otorgó la Coronación Pontificia al cuadro de Nuestra Señora, cambiándolo al centro del altar mayor, donde permanece hasta nuestros días.
Hoy en Santa Fe la Vieja
El río y su turbulencia fueron oradando la barranca sobre la cual se fundó Santa Fe, poniendo en riesgo sus edificaciones y a sus habitantes. Ese fue uno de los varios motivos por los cuales se mudó la ciudad. Con el correr de los siglos, ese accionar constante de las aguas marrones arrastró consigo la Iglesia de la Compañía de Jesús, la primera, la de Santa Fe la Vieja.
Tras el hallazgo de los restos de la primitiva ciudad, a mediados del siglo XX, en un sector lo más cercano posible a donde estaba el templo original, en lo que era la Plaza de Armas, se construyó un murete con la imagen de Nuestra Señora para recordar que en ese sitio sucedió el Milagro.
Un paisaje habitual para mirar con otros ojos
La ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz lleva unos 365 años en su emplazamiento actual. En estos tres siglos y medio, decenas de generaciones han convivido y conviven con el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, una construcción que santafesinos y santafesinas identifican con varios nombres: la Iglesia de la Inmaculada, el Colegio Inmaculada, la Iglesia de la Virgen de los Milagros, la Iglesia de los Jesuitas, los Jesuitas, los Milagros, la Inmaculada. Todas denominaciones que refieren a la edificación ubicada en el casco histórico de la ciudad, a metros de la Casa de Gobierno y de la Catedral Metropolitana, frente a la Plaza 25 de Mayo. La Iglesia, en cuya fachada figura la fecha 1660, es parte del paisaje cotidiano.
Todos, o casi todos, los ciudadanos conocen la historia de la Virgen de los Milagros, esa del sudor milagroso, esa historia que cuenta que de la imagen de Nuestra Señora emanaron hilos de agua, que la gente embebió algodones en el líquido, que ese líquido alivió dolores y curó enfermedades; y que de allí surgió el nombre de Nuestra Señora de los Milagros.
Lo que muy pocos saben es que ese milagro no fue en Santa Fe de la Vera Cruz, sino en Santa Fe (la Vieja), en el año 1636, en un día seco, sin nubes en el cielo.
Visitas
Si al leer esta líneas te dieron ganas de visitar por primera vez Santa Fe la Vieja o te dieron ganas de volver al Parque Arqueológico y no podés hacerlo de manera presencial, te invitamos a hacer el recorrido virtual 360º en santafelavieja.gob.ar, donde pueden consultarse además los días y horarios de apertura para visitas presenciales (con entrada libre y gratuita).
Citas textuales 1, 2, 3, 4 y 5: nsdelosmilagros.com.ar