Luego de los estrenos de «Instrucciones para vivir una vida» en Santa Fe y de «Salvaje. Una historia de Museo» en Rosario, este fin de semana la ciudad de San Lorenzo se prepara para el estreno de «Algún día todo mejora», la tercera de las obras seleccionadas por el programa Escena Santafesina del Ministerio de Cultura provincial. El espectáculo, escrito y dirigido por Lucas «Pato» Maggioni, subirá a escena en la Sala Bernardo Perrone (San Carlos 1950), con dos funciones gratuitas y con reserva previa: el sábado 29 y el domingo 30 de noviembre de 2025, ambas a las 21.
Con una duración aproximada de 70 minutos y recomendada para público a partir de 13 años, la propuesta despierta especial interés entre docentes y estudiantes de los institutos de formación docente, por la temática que aborda y la sensibilidad con la que se narra.
Atravesada por la memoria y el recuerdo, la historia de la obra sigue la experiencia de Laura, una maestra de primaria que, tras intentar separar a dos alumnos en una pelea, recibe una herida que cambiará su vida: uno de los niños le clava un lápiz en el pecho. El impacto del episodio desata en ella un proceso de fragmentación de la memoria, donde rostros, fechas y vínculos se desdibujan en una niebla emocional que intenta atravesar.
«Algún día todo mejora» funciona como un testimonio íntimo y quebrado, una travesía hacia la recomposición personal. No busca señalar culpables sino encontrar una respuesta a una pregunta que resuena como un eco: «¿En qué momento las cosas empezaron a salir mal?». La dirección de arte está a cargo de Sirley Agüero Chiurchiu, con fotografía de Puro Caos y diseño gráfico de Virginia Kahl. En escena, Gretel Payer interpreta a Laura, mientras que Cecilia Fernández despliega un desafío actoral al encarnar seis personajes diferentes. Su director, Lucas «Pato» Maggione brindó consideraciones sobre la obra de su autoría y cómo fue el proceso de la puesta en escena.
– ¿Cuál fue la motivación en contar la historia de Laura y su búsqueda tras el trauma?
– Toda mi vida estuve rodeado de docentes. Mi mamá era una gran maestra, y muchos la recuerdan así. Su círculo más cercano, sus amigas, también estaba formado por docentes, y hoy en día mis propias compañeras de trabajo lo son. Desde chico crecí escuchando relatos de aulas, pasillos, risas, miedos y situaciones que rara vez trascienden. Hoy sigo escuchando lo mismo, y creo que me va a acompañar toda la vida. Desde que me recibí de profesor de teatro trabajé en escuelas primarias, secundarias, terciarios, espacios rurales, instituciones privadas y públicas, y también con estudiantes con discapacidad o en tratamiento por consumos problemáticos. En todos esos lugares encontré algo en común: hay historias que duelen y que, sin embargo, no se cuentan. Historias que quedan en silencio porque la escuela, muchas veces, no sabe dónde alojarlas. Laura es una síntesis posible de muchas historias que escuché y viví. La motivación de escribir esta obra fue justamente esa: darle forma escénica a aquello que se vive, pero no se dice. No para señalar culpables, sino para visibilizar el choque entre el deseo enorme con el que una maestra joven llega a su primer aula y la realidad compleja que la espera frente a un curso. La historia de Laura no busca ahondar en la tristeza: busca acompañar. Es un gesto de empatía hacia quienes sostienen la escuela todos los días, muchas veces en condiciones adversas, y también una invitación a quienes pasamos por la escuela a revisar cómo podemos mejorar ese espacio compartido desde el rol que nos toque.
– ¿De qué manera la obra evita señalar culpables y se centra en comprender lo ocurrido?
– Cualquier problema que intentemos analizar hoy dentro del campo de la educación no puede ser definido por una sola causa. A su vez, siempre me parecieron raros e insuficientes los análisis de personas o ciencistas de la educación que no tienen un quehacer cotidiano dentro de un aula, porque los tiempos cambian, los entornos condicionan y la relación humana que se entabla siempre varía. En mi parecer hay un compendio de factores, variantes y sucesos que nos han llevado a la situación en la que nos encontramos. Es una especie de rompecabezas al que siempre se le agregan más piezas y nunca se termina de armar. Por eso, en el proceso de escribir esta historia, consideré necesario hacer una selección, un recorte que permitiera observar este fenómeno desde distintos ángulos. En el transcurso de la obra, la memoria de Laura comienza a fallar, a confundirse, a recordar y olvidar. Se relaciona con distintos personajes que conoció a lo largo de su vida: personajes que reconoce fácilmente, pero que a la vez le resultan extraños; personajes que comparten el mismo rostro, aunque sus caracteres sean distintos. Esa confusión hace que Laura empiece a buscarse a sí misma en los otros. Empieza a pensar quién es, qué quiere, qué necesita. Piensa en lo que le ocurrió porque necesita entenderlo. Piensa tanto que desvaría. Es un personaje al que dan ganas de ayudar, justamente porque Laura piensa y siente. Escribí está obra pensando en que quizás las cosas no pasen solo por entender, sino también por sentir.

– ¿Qué rol ocupa la escuela como espacio de conflicto y reflexión en la puesta?
– La escuela para muchos ha sido un lugar hostil. Ha sido el lugar donde no regresarían nunca ya sea por abusos de poder, intelectuales o simplemente porque los ha expulsado con todo el peso que connota esa palabra. No obstante, para muchos ha sido un lugar en el que se toma posición. Es el lugar que resguarda nuestros mejores recuerdos. Un lugar que se añora. Yo creo que la convivencia en este espacio de tránsito, es un lugar constantemente en tensión. Es uno de los primeros lugares al que nos mandan solos en nuestra vida a socializar. Muchas veces estás bien acompañado, otros no. Hay una fragilidad relevante. En nuestra puesta buscamos eso, que sea un espacio reconocible, que se pueda identificar, pero a su vez que este espacio sea permeable a la historia que queremos contar. En el que los recuerdos más vividos y aquellos que han sido borrados u olvidados se entrecrucen. Es por esto que es fundamental el trabajo que hace la directora de arte de la obra, Sirley Agüero Chiurchiu. Ella es una gran artista plástica, especialista en lo que es escultura y fotografía. Hace un tiempo que venimos trabajando juntos y hemos logrado conformar un gran equipo desde que abrimos nuestra propia productora teatral, Segundo Plan. En todos los proyectos que tenemos las decisiones se analizan hasta el mínimo detalle. Se piensa y repiensa lo que hacemos porque tenemos mucho respeto hacia el público y lo que mostramos y ocultamos en escena. Trabajamos con mucho profesionalismo para realizar este desempeño que nos deja muy conformes. Bajo la dirección de arte de Sirley, y con el talento de cada uno de los realizadores que se encuentran en este proyecto, se ha pensado en la experiencia estética de esta obra. En esta ocasión, hemos fragmentado un pizarrón en tres partes. Nos permite variar el espacio escénico para poder desarrollar la historia de Laura en distintos momentos de su vida. Desde lo que corresponde al vestuario también se ha buscado caracterizarlos con mucho empeño. Incluso se han creado dispositivos a medida que parece salidos de un cuento de fantasía que sirven para contar esta historia. Por otro lado, el plano sonoro buscó evocar las emociones que nos recuerda la etapa escolar en distintos momentos de la formación. Y, finalmente, aquello que creo que también le hemos puesto mucho empeño ha sido a la narrativa que se produce desde las luces. Nacho Farías desde el diseño y Joaquín Chinellato desde la operación hacen un trabajo increíble. Les he pedido que esta obra destaque en este punto y lo han logrado. La luz no alumbra, ilumina. Las sobras también cuentan. En toda esta obra aquello que no se ha podido decir en palabras, se dice en imágenes. Y quise dejar por último al trabajo de las actrices, tanto Gretel Payer como Cecilia Fernández hacen un despliegue de su disciplina teatral que enaltece cualquier trabajo. Como director fue un placer trabajar con actrices en la que uno confía mucho. Cualquier espectador que las vea en escena va a corroborar lo que digo. También me he sentido acompañado por ellas y agradezco muchísimo a sus familias y círculo íntimo, ya que hemos tomado mucho tiempo de ensayos en momentos claves así que no puedo estar más agradecido que eso.
– ¿Qué se espera que el público se lleve después de ver la obra?
– Tengo más curiosidad que otra cosa porque realmente aquí lo que propongo es un espacio que den ganas de hablar. Admiraría provocar eso. Dar lugar a que podamos hablar. Si la pasan bien viendo la obra, joya. Si se angustian, me gustaría darles un abrazo y quisiera que sepan que no están solos, ese es el espíritu. Y si se enojan, también que hablen. Que no se queden callados. Lo que quiero es que la gente siga viniendo a ver obras de teatro. Que sepa que es necesario este espacio de encuentro con el público, con los artistas.

