Una madre, actriz ya en el ocaso de su carrera, pero que tuvo una vasta y exitosa trayectoria en su juventud, viene a visitar a sus hijas después de pasar siete años sin verlas. En la casa viven Hilda y Aída, la primera está dedicada al cuidado de su hermana menor, quien sufre una severa discapacidad que la tiene postrada en una silla ortopédica. Aída ya no puede hablar correctamente, Hilda traduce lo que dice para que la madre pueda entenderla. En ese encuentro, tal vez el último en esa casa natal, se desatan memorias, reproches y caricias. Esta es la historia que relata «La rota madre que te parió», escrita y dirigida por Gustavo Guirado que se presentará en Escénicas en la Cervantes, ciclo impulsado por el Ministerio de Cultura.
La obra está genialmente interpretada por Claudia Schujman (la Madre), Anahí González Gras que personifica a Aída, la hermana menor, que padece una parálisis cerebral y está bajo el cuidado de su hermana Hilda, encarnada por Natalia Álvarez Dean. Se podrá disfrutar este fin de semana en la renovada sala Cervantes de Casa España (Rivadavia 2871, Santa Fe), en dos funciones: el sábado 29 de noviembre a las 21 y el domingo 30 a las 20. Las entradas tienen un valor de $12.000 y se pueden adquirir en ATE Social (Rivadavia esquina Hipólito Yrigoyen), de lunes a viernes de 8 a 15.30 h. Hay descuento para jubilados y afiliados a ATE.
Gustavo Guirado, actor, director y dramaturgo de gran trayectoria cuenta sobre la obra, el trabajo con las actrices y el futuro del teatro en nuestro país.
– ¿Cómo fue la génesis de la obra? ¿Era una idea que tenías y finalmente decidiste plasmarla?
– Esto comenzó en enero del 2024. Recientemente había ganado Milei las elecciones en el país, y pensé: «Hay que desensillar hasta que aclare». Así que había decidido no hacer nada, no dirigir teatro, no actuar. Por supuesto, como todos sabemos, no solo no aclaró, sino que se oscureció brutalmente. Y en ese contexto, una tarde de enero apareció Natalia Álvarez, quien durante varios años estuvo haciendo entrenamiento actoral conmigo. Se vino de Arequito a Pueblo Ester, donde vivo, y me dijo que quería que la dirija en alguna obra. En ese momento le comenté mi decisión de no hacer nada ese año, pero la verdad que ese encuentro y ese pedido pulsó algo en mí y a la semana resurgieron viejas imágenes de una obra que de alguna manera había pensado dirigir. Se trataba de «Sonata otoñal» de Ingmar Bergman. Y ese fue el primer impulso, el punto de partida para lo que luego sería «La rota madre que te parió». Entonces convoqué a Claudia Schujman y a Anahí González Gras y junto con Natalia Álvarez nos largamos a ver qué encontrábamos en relación a esas primeras imágenes que tienen que ver con esa película, que habla sobre una madre que vuelve a visitar a sus hijas, a quienes durante 7 años no vio, y una de ella es discapacitada y está postrada en una silla de ruedas. Entonces, la génesis de esta obra no tiene que ver con un impulso mío, sino con el impulso de una actriz, con el deseo de actuación suyo que genera en mí una asociación, un campo poético que finalmente deriva en la posibilidad de hacer una obra.
– En «La rota madre…» está presente la maternidad, el abandono, la discapacidad, todas temáticas muy potentes ¿cuál es la respuesta del público?
– La respuesta durante este año de trabajo fue sorprendente. Y no es una frase hecha, sino que ha habido una adhesión y un reconocimiento masivo de la obra por parte del público. Mucha gente la ha vuelto a ver, trae a sus amigos, a sus familiares. Esa cosa que sucede cuando el público encuentra un material que los interpela profundamente. Dentro de ese contexto, notamos que la recepción es muy variada: algunos nos señalan la profundidad dramática, lo duro del material en cuanto a sus planteos afectivos y emocionales, otros destacan los momentos desopilantes con los cuales se trata un tema severo como el de la discapacidad, otros el lenguaje que se pone en evidencia, en donde hay cambios narrativos, giros inesperados, desde la puesta en escena, desde las actuaciones, los planteos oníricos que tiene la obra. También nos señalan la fuerza, el respeto y el cuidado con el que se plantea la discapacidad profunda, de una persona que está postrada en una silla de ruedas, y también el padecimiento y esa pulsión vital que tiene aquel que cuida ese cuerpo roto, ese cuerpo enfermo. Por otro lado está el gran tema de la maternidad, sus lugares fallidos, inevitablemente atravesado por la cultura judeocristiana que, bueno, tiene que ver con el planteo del abandono, de qué pasa con una mujer que siendo fiel a su deseo, abandona a su familia, abandona a sus hijas para dedicarse a una vida que elige. A esos planteos nosotros no damos respuesta; cada espectador hace sus lecturas y me parece que esa es una de las virtudes de la obra: hacer una operación de subjetividad tal, que pulsamos un imaginario colectivo, que tiene que ver con nuestra geografía, con nuestra historia como país, como sociedad, pero también a un imaginario personal, individual, y ahí aparecen interpretaciones muy variadas porque cada uno conecta este tema, el de la maternidad, el de la enfermedad y el cuidado, temas universales, lo conecta con su propia existencia, con su propia experiencia de vida.

– Anahí González Gras interpreta a esta mujer discapacitada, ¿cómo fue el trabajo actoral con ella?
– A lo largo de muchos meses hicimos un trabajo minucioso, de mucha observación, de mucha escucha con el personaje de Aída, porque había que tratar de encontrar la forma en que ese cuerpo roto, habitado por formas múltiples, pudiera sonar como finalmente lo hace. Porque este personaje que padece una parálisis cerebral y está postrada en una silla de ruedas, no es que no habla, tiene un montón de palabras, un montón de cosas para decir. Lo que sucede es que nosotros no entendemos cómo ella habla, salvo su hermana que es la traductora hacia el mundo de ese cuerpo que tiene una expresividad muy grande, aunque está paralizado del cuello hacia abajo. Con Anahí trabajamos muchísimo en esa construcción con facetas múltiples, al modo de «Las señoritas de Avignon», la pintura de Picasso, donde uno ve en ese rostro, sobre todo la señorita que está sentada al margen derecho del cuadro, varios rostros a la vez, un cuerpo en tránsito hacia una forma que no es definitiva, ese cuerpo que nosotros visualizamos como roto, como descentrado de la vida cotidiana. Ese fue uno de los desafíos y uno de los trabajos fundamentales que hicimos con Anahí. En cuanto a lo más técnico, había que encontrar la manera de que el discurso expresivo desde la voz, de esta persona que no articula una sola palabra pudiera ser captado y para ello contamos con el asesoramiento de Romina Brucellaria, una compañera actriz que a su vez es kinesióloga y fisiatra. Ella nos ayudó a comprender cómo podíamos trabajar con ese cuerpo sin que Anahí se hiciera daño, porque su rol tiene una exigencia física enorme en esa parálisis, en esa quietud.
– Y otra gran actriz, Claudia Schujman, vuelve a integrar el elenco de una obra tuya.
– Bueno, a esta altura de mi vida no sé si puedo dirigir una obra sin que actúe Claudia Schujman. Nosotros tenemos una relación de trabajo de muchos años, tanto cuando trabajábamos como actores los dos en aquella obra extraordinaria de Chiqui González que fue «Bajo el ala del sombrero», hace 30 años. Y desde ahí, de distintas maneras, con algunas interrupciones, nunca hemos dejado de trabajar juntos. Así que qué voy a decir yo, es una de las más grandes actrices de su generación que ha dado este país. Además de su condición actoral superlativa, es de una generosidad en el trabajo, de una entrega que, por supuesto, no es habitual. Así que me imagino seguir trabajando con ella en obras futuras.
– Jorge Fandermole decía en una de sus canciones «no sé más qué hacer en esta tierra incendiada, sino cantar». ¿Qué pensás sobre el futuro del teatro independiente en el contexto actual, donde la crisis social y cultural, el desfinanciamiento, se han vuelto moneda corriente?
– Esta, sin duda, es la época más cruel, más destructiva, más oscura que nos ha tocado vivir desde el regreso de la democracia, en cuanto a nuestro trabajo como actores, actrices, directores dentro del teatro independiente. No es sólo el desfinanciamiento, es la gravedad a la cual nos enfrentamos. Por supuesto, el desfinanciamiento hace que una obra como la nuestra, que tendría que estar girando por distintas provincias del país, hoy nos encuentre con una dificultad muy grande para hacer funciones, incluso en la ciudad de Santa Fe, que estamos a pocos kilómetros. Entonces, el panorama es desolador, y desolador incluso no solamente por la falta de recursos ostensibles como en todos los ámbitos en los cuales el Estado tendría que estar interviniendo, como la cultura, o por supuesto la salud; sino la violencia y la crueldad de una sociedad, de una comunidad, la nuestra, la de argentinos, influenciada por un gobierno demencial que propende a la destrucción, a la separación, al ataque a los espacios comunitarios. O sea, no es solamente un problema de plata. Acá hay un problema, algo ha cambiado profundamente en nuestra sociedad, en los posibles espectadores también. Sin embargo, el teatro se las ha arreglado para sobrevivir a las épocas más horrorosas. Pensemos que en pleno gueto de Varsovia, una actriz, todas las noches con miguitas de pan, hacía títeres y hacía teatros sobre un cajoncito para todos los que estaban ahí prisioneros, que tal vez algunos de ellos iban a ir a la cámara de gas al día siguiente. Y aún así, ella todas las noches con la luz de una vela animaba esas figuritas de migas de pan y les hacía teatro. Tal vez le tocaba al día siguiente ir ella misma a la cámara de gas, pero mientras tanto, iluminada por la luz de la vela, contaba historias y daba vida a esos cuerpitos de miga de pan para entretener la mirada destinada a la muerte de esos que compartían el gueto con ella. Así que valga esta anécdota para decir que el teatro ha sobrevivido al hambre, a la tiranía, muchas veces a la muerte. Como éstos, hay muchos ejemplos en el mundo. Entonces pienso que vamos a sobrevivir también a este horror que estamos viviendo en el país en este momento.
