“Luciano”, el documental de Manuel Besedovsky, llega al DOK Leipzig

Tras años de trabajo, y con el apoyo del Ministerio de Cultura de Santa Fe, el proyecto del rosarino se estrenará el próximo 31 de octubre en la edición 67 de la reconocida competencia internacional de documentales.

(Texto: Sofía Estanga Burgos) En el 2018, el realizador rosarino Manuel Besedovsky decidió presentar su proyecto documental en Espacio Santafesino, el programa del Ministerio de Cultura provincial que apoya y acompaña la producción cultural. Ese año, «Luciano», su propuesta, ganó en la categoría «Desarrollo de largometraje». Aquel reconocimiento le permitió al documental dar los primeros pasos de un extenso recorrido. «Ese apoyo económico nos permitió filmar el teaser: una herramienta fundamental para hacer más grande el proyecto, porque con él pudimos participar de diferentes fondos, conseguir el subsidio del INCAA y presentarnos en otros laboratorios y mercados», explica el director.

El impulso del Ministerio de Cultura de Santa Fe también le permitió a Manuel viajar a Buenos Aires para ser parte de LABEX 2019, un laboratorio de desarrollo y producción de proyectos audiovisuales latinoamericanos. Al quedar seleccionado el proyecto, Besedovsky pudo participar de asesorías y charlas que fueron de gran ayuda para avanzar con la película. «El apoyo de Espacio Santafesino fue clave para hacer la película», asegura.

El próximo jueves 31 de octubre, «Luciano» dará un nuevo paso, con su estreno en la edición 67 de DOK Leipzig, reconocida competencia internacional de documentales.

El DOK Leipzig, que comienza el próximo 28 de octubre, es el festival de cine documental más antiguo y uno de los más importantes del mundo. Y «Luciano» es la única producción argentina que estará presente. «Enterarme de que el documental había sido seleccionado fue una alegría inmensa porque siento que realmente se pudo hacer justicia con la vida de Luciano y que su historia no va a quedar en el olvido», expresa el director.

La película -que retrata la vida íntima de alguien que se enfrenta a un sinfín de interrogantes y complicaciones- fue filmada 100% en Rosario. Por eso para el director, el hecho de que haya logrado llamar la atención de personas que tienen otra cultura e idiosincrasia tiene un valor inmenso. Además ve en esta selección un reconocimiento importante en materia personal y profesional ya que, como el propio Manuel dice, «el festival es de muchísimo prestigio a nivel internacional».

El evento, que reafirma su compromiso con la diversidad cinematográfica y las nuevas narrativas, contará este año con una programación que destaca la capacidad del cine para abordar los complejos problemas del mundo contemporáneo. Y, la ópera prima de Besedovsky, cumple ampliamente con aquella premisa haciendo visible la historia de Luciano Tomás Pereira, «El Lucho», un varón trans de Barrio Tablada.

La pre-producción llevó años. Se hicieron muchas pruebas para buscar el tono, la estética e incluso el lente preciso para cada momento. El director define el proceso como «un trabajo artesanal» en el que se fue encontrando el equipo de rodaje necesario para cada situación, el punto de vista y la forma para filmar. «El rodaje llevó 4 años desde el primer plano hasta el último, de 2019 a 2023, y en ese tiempo no solo crecimos como personas sino que también el documental creció en sus búsquedas y aspiraciones», dice.

La historia de Luciano se cruzó en la vida de Manuel casi por casualidad. «Estando en el último año de la secundaria, en el Complejo Educativo Dr. Francisco Gurruchaga, me anoté en algunos talleres de cine y como era una escuela técnica en la que teníamos que hacer pasantías laborales, me enviaron a una ONG que se llamaba Unidos Todos, dedicada a generar charlas y talleres para las juventudes y concientizar en temáticas relacionadas a la ESI y la identidad de género», explica Manuel. Durante aquella pasantía, le delegaron el área audiovisual y fue ahí cuando conoció al protagonista del documental. «Él colaboraba en el espacio y necesitaba mi ayuda para filmar un video sobre ‘un hombre yendo a la ginecóloga´», comenta.

Manuel recuerda su paso por la Gurruchaga con mucho cariño. «Fue una experiencia hermosa que me permitió encontrarme como persona y también apropiarme de ese espacio con mis amigos», comenta con nostalgia. Está convencido de que esa apropiación fue la que hizo que su tránsito fuera siempre desde un lugar activo.

Por aquel entonces eligió la terminalidad de Arte -hoy Tecnicatura en Diseño y Comunicación Multimedial- casi instintivamente. Las clases de teatro en el centro cultural de la escuela, que disfrutó durante 6 años, le permitieron aprender a disponer del cuerpo, leer obras y trabajar colectivamente desde la actuación. «A los 16 años, con los equipos de la escuela y la ayuda de mis mejores amigos dirigí mi primer corto, que filmamos entre los recreos y las horas de almuerzo -recuerda-. Creo que ese fue el momento en que dije ‘yo quiero hacer esto’».

 

Aunque transitar por la Gurruchaga marcó el destino de Manuel, él asegura que el cine fue parte de su mundo desde mucho antes. «Cuando era chico miraba una y otra vez las mismas películas en el reproductor de VHS que había en mi casa y ese era mi divertimento fundamental», confiesa. Vivir en la intersección de Entre Ríos y Pellegrini (Rosario), frente de Videoteca -un lugar que todavía resiste el paso del tiempo y las tecnologías- también lo acercó al universo en el que hoy se destaca: «Tengo el recuerdo de caminar entre los pasillos viendo los títulos y escuchando las recomendaciones de las personas que trabajan ahí», cuenta.

El cine era su destino

A este anecdotario que Manuel comparte con un sesgo de ternura y felicidad, se suma un gesto muy particular de su primera infancia, al cual le dedica un capítulo especial cuando habla del surgimiento de su pasión por la profesión. «La conexión más grande fue gracias a mi abuelo que desde que tenía 4 o 5 años hasta principios de mi adolescencia me llevaba todos los jueves al cine», revela. En esa especie de rutina que habían establecido juntos, admite que lo más importante era compartir el momento. El objetivo era llegar al cine y entrar a la sala a ver cualquier película que estuviera en cartelera. Manuel reconoce que algunas eran muy buenas, otras las peores del cine pochoclero y, alguna que otra vez, tenían que irse a mitad de la función porque había escenas que no eran apropiadas para ningún niño. «Esa complicidad con mi abuelo y la experiencia de sentarme en una sala y no saber con qué me iba a encontrar, me influenciaron en mi pasión por las películas», asegura.

De aquellos recuerdos han pasado ya 20 años. Y ese pequeño al que solo le importaba ingresar a una sala de cine con su abuelo para ver algo en la pantalla grande hoy es un hombre que destinó 7 años de su vida para contar la historia de Luciano. Ese joven que, entre charlas, confió en Manuel para que le contara al mundo quién era. «Haberlo conocido de la forma que lo conocí, y sobre todo en esa época, me permitió comprender una serie de complicaciones que tenía en su cotidianeidad, que superaban a las ligadas estrictamente con su identidad de género», dice el creador del documental.

Con la película a punto de estrenarse internacionalmente, Manuel asegura que «Luciano» es la experiencia más importante de su vida. «Siento que la magia del cine sucede cuando se proyecta y se comparte y por eso creo que ahora, que se va a hacer visible, estamos llegando al en el que se refleja el motivo por el cual se hizo todo lo que se hizo», expresa. Y, más allá del valor que implica a nivel profesional que el documental sea la primera película del director, para él lo más valioso es haber compartido durante tanto tiempo la vida de una persona. «Haberme involucrado y sumergido en la subjetividad de una persona y poder aportar todo mi conocimiento y mi instinto para entender qué le sucedía y cuáles eran sus problemáticas para contar a través del cine su historia desde de mi mirada, es lo mas grande que me llevo de este proyecto», afirma.

El vínculo entre el director y el protagonista fue especial. Luciano eligió abrirle las puertas de su mundo a Manuel presentándole su barrio, su casa, su familia, sus amigos. Y él no dudó en entrar. «Tuve la suerte de terminar siendo un amigo más y siento que eso fue algo muy hermoso que incluso se ve reflejado en la película», sostiene. Ese lazo entre ellos logró que Luciano se convirtiera también en un integrante más del equipo. «Aprendió a pararse frente a la cámara, respetar los tiempos de la acción y el corte», comenta el director y recuerda un momento especial del rodaje: «Yo venía pensando de qué manera abordar ese momento íntimo en el que habla con su mamá sobre su pasado y su futuro, y cuando nos pusimos a grabar en la habitación, con Marisa y Luciano sentados en la cama, al apretar ‘rec’ la magia sucedió por sí sola, porque sin tener que prácticamente intervenir grabamos una de las escenas más importantes de la película», dice. Aquella escena le dejó una de las enseñanzas más profundas del documental: que «la vida es mucho más fuerte que cualquier guión previo posible».

Y si de guiones y vueltas de la vida hablamos, es casi seguro que en el guión perfecto de Manuel, Luciano estaría disfrutando junto a él del estreno internacional del documental. Pero en abril de este año el protagonista, confiesa el director, «dejó de estar presente físicamente». Manuel cuenta que Luciano pudo ver su película terminada y «hubo una alegría inmensa que fue compartida», y con un dejo de nostalgia asegura que los dos tenían la certeza de que la historia era importante y valiosa para la sociedad. «Él siempre confió en mí y en que la película iba a llegar a algún lado y ambos nos entregamos totalmente para que eso suceda», dice. «Siento que Luciano, donde sea que esté, va a estar acompañando a la película en todo su recorrido y en cualquier lugar del mundo, porque es algo que él también construyó e ideó entonces su espíritu forma parte de ella», agrega.

Para su amigo solo tiene palabras de agradecimiento. «Luciano sabe todo lo que su vida significó para mí, porque además de ser un compañero de trabajo era un amigo», sostiene. Y aprovecha la ocasión para enviarle una especie de mensaje: «Le diría que descanse tranquilo porque la película que hicimos hizo justicia a la desigualdad y desolación que le tocó vivir, dejando una huella en su existencia y dando visibilidad a alguien que siempre vivió en los márgenes del sistema». Con mucho cariño confiesa que está seguro de que Luciano hubiese querido ser famoso con la película y, como de cierta forma eso se va a hacer realidad, le pide que «disfrute de su momento».

«La película significó darle voz a alguien que nunca la tuvo -dice Manuel-. Y también poner el foco en un espacio y lugar de la sociedad al cual muy pocas veces el cine accede». Cine que, según el director, está pasando por una situación de extrema vulnerabilidad a nivel nacional. «El cine argentino depende muy fuertemente de las políticas estatales y nuestro país, a lo largo de la historia, le ha dado gran valor a la producción nacional -argumenta-. Una producción que nos permite representarnos no solo hacia el interior de la sociedad sino a nivel mundial». En este contexto, Manuel asegura además que «lo que está pasando es una pérdida muy grande de soberanía, puestos de trabajo y divisas para el país que son producto de la industria cinematográfica».

Sin embargo, esa situación que define comprometidamente con tanta claridad no lo bloquea. Mientras tanto, trabaja en un cortometraje de ficción -una adaptación de un cuento de Samanta Schweblin- que cuenta con el apoyo de la Universidad del Cine y se filmará el próximo año planea un viaje a Cuba. «Voy a ir con un amigo cubano a su tierra para filmar su documental, y así mostrar la vida de los trabajadores rurales dentro de la isla», cuenta el cineasta.

Entre historias, anécdotas y un breve recorrido por su vida profesional y personal a días del estreno internacional que marcará su vida, Manuel no se olvida de aquel niño que supo ser. «Si tuviera la posibilidad de hablar con el Manuel de 4 o 5 años le diría que siga con esa curiosidad que tuvo siempre, y que espero tener de acá en adelante», dice Besedovsky, que siente que algo de esa curiosidad mezclada con la inocencia que tenía en la infancia, son aquello que hoy, y siempre, le permitirán ver el mundo con sensibilidad.

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