Se realizó la jornada “Memoria y patrimonio cultural de los pueblos forestales”

La actividad fue una propuesta del Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe, en coordinación con la comuna de Villa Ana y el Equipo de Turismo Ta'arõmby, en la que participó buena parte de la comunidad.

El Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe, en coordinación con la Comuna de Villa Ana y el Equipo de Turismo Ta’arõmby, realizó el pasado 22 y 23 de marzo la jornada “Memoria y patrimonio cultural de los pueblos forestales”, un taller con modalidad participativa donde se desarrollaron distintas miradas acerca de los pueblos forestales. Además, se hizo un abrazo simbólico frente al edificio del Ex–Almacén de Ramos Generales, conocido en la actualidad como el Viejo Almacén, remarcando la importancia que tiene para todo el pueblo de Villa Ana este sitio patrimonial como de memoria e identidad.

El objetivo de esta actividad fue comenzar a darle forma al sueño de concretar la compra, mediante una Ley Provincial, de este emblema de la comunidad. Durante la primera jornada, que se llevó adelante en el Anfiteatro Mario Machaco, ruinas de la ex fábrica de La Forestal de Villa Ana, se destacaron los testimonios de vecinas y vecinos en los que surgieron los recuerdos de la infancia, la situación que se vivía en los obrajes y el paisaje atravesado por la explotación de los bosques de quebracho y el tanino. En la segunda, se llevó adelante un relevamiento con fotografías y hubo actividades en el marco del dispositivo «Jugar es Nuestro Patrimonio».

Espacio para los recuerdos y medio ambiente

Durante las jornadas se escucharon los testimonios de diferentes vecinas y vecinos que se hicieron presentes, tanto de Villa Ana como de Tartagal, Villa Guillermina, Los Amores, Reconquista y Vera.

“Mi papá vino a Tartagal a ser el médico del pueblo. Todavía lo recuerdan y fue hace cincuenta años. Habla eso de la memoria de estos pueblos, del afecto y hospitalidad que generan”, fue una de las voces que se mezcló con otros recuerdos como los del “silbato marcando los cambios de turno” o el recuerdo de los abuelos que contaban “que venían con bueyes y carros a buscar mercadería luego de trabajar en los obrajes”.

Otros que participaron, indicaron recordar haber paseado “en una zorra manual junto a mis primos” y que recuerdan “los relatos de mi abuelo en guaraní, sobre su trabajo en el obraje, en el monte, en los caminos”.

En esos pueblos es permanente la ambivalencia entre la explotación de los obreros y la modernidad que brindaba la empresa británica La Forestal para la época, como la luz eléctrica y otros beneficios. “La Forestal representó en su período de auge, trabajo y sustento para los pueblos”, indicó uno de los asistentes a las jornadas y se preguntó: “¿Quién puso a los pueblos forestales en el mapa?”.

 

Además, las autoridades ministeriales indicaron que en todo el espacio donde se realizaron las jornadas se están pensando alternativas para que vecinas y vecinos trabajan en la conservación del ambiente en ese espacio.

Una historia extractivista y depredadora

En las últimas décadas del siglo XIX, el gobierno de la provincia de Santa Fe debió afrontar una deuda contraída años antes con la firma inglesa Cristóbal de Murrieta y Compañía. Ese compromiso se pagó con casi dos millones de hectáreas en el norte provincial y esto significó el pase a manos extranjeras de una de las mayores reservas de tanino del mundo. Fue en ese contexto que se erigió la empresa La Forestal, que centró su actividad en la explotación sistemática del quebracho colorado. Así fue que logró ser la primera productora de tanino a nivel mundial y llegó a fundar cerca de 40 pueblos, con puertos, 400 kilómetros de vías férreas propias y alrededor de 30 fábricas.

Se calcula que La Forestal contrató más de 20 mil trabajadores, entre obrajeros, administrativos, operarios de fábrica, del ferrocarril y marítimos. El pago se realizaba, en general, a través de vales, y los alimentos solo se podían obtener en los mismos almacenes de la empresa. La firma inglesa convirtió la extracción de tanino en la única actividad económica de la región, transformando la vida de los pueblos forestales y la fisonomía del escenario natural.

El 29 de enero de 1921 se produjo una gran revuelta obrera en la que entre 300 y 400 trabajadores intentaron tomar las fábricas de Villa Ana y Villa Guillermina. El estallido fue reprimido por la Gendarmería Volante y la Legión Patriótica y allí murieron –se estiman– unos 600 obreros; hubo torturas, violaciones y quema de viviendas.

Tres décadas después, La Forestal cerró todas sus plantas dejando un tendal de pueblos desiertos, migraciones masivas de pobladores sin trabajo y casi el 90 por ciento de los quebrachales talados. Lo que significa hasta nuestros días un gran costo humano, ecológico, socio-político y cultural.

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